La compra de dos de las bodegas destacadas en el lanzamiento de lo que se llamó “nuevo ribeiro” puede marcar una nueva etapa en la trayectoria de la zona histórica del vino gallego, hasta ahora la menos abierta a nuevas inversiones de las denominaciones de origen de esa región.
Madrid, 12 de junio de 2019. AP.- Pago de Caraovejas ha realizado su desembarco en la DO Ribeiro en dos fases.La primera, cerrada en la primera semana de junio, le llevó a comprar Emilio Rojo, un proyecto marcado por la singular personalidad de su fundador, un antiguo ejecutivo de una gran empresa de ingeniería con sede en Madrid que en 1987 se instaló en Leiro, en el corazón del valle del Avia, y puso en marcha un pequeño proyecto vitivinícola, sustentado en una hectárea y media de viñedo.
Producción reducida que fue uno de los argumentos de éxito del vino, junto a su perfil innovador explorado ya por la cooperativa de Ribadavia, la bodega hegemónica de la DO Ribeiro. La reivindicación de las variedades autóctonas se abría camino, aunque la zona, y también la cooperativa, reflejo del conjunto del Ribeiro, debería lidiar durante años con la invasora Palomino, aquí llamada Jerez, que aportaba más rendimiento al mismo tiempo que laminaba el carácter clásico de los vinos.
Emilio Rojo iría más lejos en esa dinámica con la integración en su vino de la variedad Lado, uva autóctona aún más minoritaria que el resto (Treixadura, Albariño, Godello, Loureira y Torrontés entre las blancas) y que tardó algunos años en ser incorporada al elenco varietal del Ribe
iro. Logró un éxito notable pero no cayó en la tentación de crecer, salvo en un viñedo que al inicio de su andadura era de poco más de media hectárea. Dedicó todo su esfuerzo a un único vino del que produce en torno a seis mil botellas al año.
Emblema del nuevo ribeiro
Esa cantidad resulta escasa para las previsiones del grupo que dirige Pedro Ruiz Aragoneses, hijos del propietario, el hostelero José María Ruiz, propietario del restaurante Asador José María, uno de los punteros de Segovia. Mientras cerraba la operación con Emilio Rojo, avanzaba en otro bocado mayor, nada menos que Viña Mein, la bodega puesta en marcha por el abogado y empresario orensano afincado en Madrid Javier Alén, junto con algunos familiares y amigos. Viña Mein se convirtió ya en sus primeros pasos en la referencia más destacada de los nuevos ribeiro, los que apostaron por la recuperación de las variedades autóctonas y con ello devolvieron al Ribeiro, seguramente acrecentados, los brillos de los que disfrutó en el pasado.
Viña Mein se fundó en 1988, también en Leiro, y cuenta con veinte hectáreas de viñedo en terrazas situadas junto a la bodega. Sigue el modelo château, con la viña propia como único aporte de materia prima para la elaboración de dos vinos blancos, uno de elaboración clásica de vino joven, aunque con cierta crianza sobre lías, y un segundo fermentado en madera, además de un tinto sustentado también en las cepas históricas de la zona. Además, puso en marcha en la casa de piedra que preside el conjunto un alojamiento rural con cuatro habitaciones a las que en los primeros años del siglo se unió un pequeño hotel junto al emblemático monasterio de San Clodio. Se materializaba la segunda vocación de Alén, propietario de Deviaje, librería especializada, tienda de complementos y agencia de viajes situada en la calle Serrano de Madrid.
Los Viña Mein fueron siempre valorados entre los mejores vinos blancos de España. Hace tres años, tras la jubilación de su enólogo de siempre, José Emilio Vidal Cantó, se produjo el relevo en la dirección técnica de la bodega, que se confió al equipo comando G. De su mano se dio un giro a los vinos, con un carácter que ponía más el foco en los rasgos minerales, vino de indudable interés pero que no cuajaron y hace poco meses se produjo un nuevo relevo y se hizo cargo Gutier Seijo, enólogo de Dominio do Bibei, también de Leiro. Pedro Ruiz Aragoneses planea volver a los orígenes, tal vez elaborando un único vino. Si embargo, insiste en que es pronto para hablar de ello porque la operación, aunque prácticamente cerrada, está aún pendiente de la firma definitiva, trámite que esperan cumplir en la primera semana de julio.
Zona cerrada
La llegada del grupo castellano rompe un cierto carácter de zona cerrada que marca al Ribeiro en la comparación con otras zonas vinícolas gallegas, en especial Rías Baixas y Valdeorras, que se han mostrado más permeables a la llegada de inversiones protagonizadas por forasteros. La fragmentada estructura productiva de la DO Ribeiro, en la que abundan los proyectos familiares y son raras las propiedades grandes (en el Ribeiro las veinte hectáreas de Viña Mein son todo un latifundio) y el carácter de sus gentes, con gran apego al terruño heredado de sus ancestros, dificultan la formación de proyectos de mayor entidad. Además, Vitivinícola del Ribeiro, la cooperativa de Ribadavia, controla una gran parte del viñedo de pequeños viticultores y no hay un comercio interno de uvas o vinos que pueda ser tenido en cuenta.
Sólo hay un par de antecedentes destacables. La histórica es Bodega Alanís, fundada en 1910, que perteneció al antiguo grupo Bodegas y Bebidas y fue vendida en los primeros años del siglo, cuando el conglomerado bodeguero que fue del Banco Bilbao pasó a la multinacional Pernod Ricard. La segunda es Sanclodio, propiedad del productor y director de cine José Luis Cuerda, que la puso en marcha en 2002 y elabora uno de los mejores blancos de la DO Ribeiro. Desde hace un tiempo la bodega está en la órbita del grupo Estrella Galicia, al menos para la distribución del vino, pero los rumores sobre su venta circulan por la comarca.
Precisamente el proyecto de Sanclodio ilustra las dificultades para reunir una propiedad de dimensiones razonables en la zona. La bodega y la vivienda están separadas por una porción del edificio que se vino abajo y nunca ha podido ser comprada por Cuerda, quien cuenta que, tras muchos infructuosos intentos, la propietaria zanjó el asunto con argumento de peso: “no vendo porque es mío”. Mantiene la propiedad y parece que con servidumbre de paso a través de la cerca que cierra la bodega.
A pesar de esas dificultades, en la DO Ribeiro, como en otras zonas, circulan rumores de otras posibles operaciones sonadas. Nombres destacados, como Pazo de Vieite o Vilerma, otros histórico de la renovación del Ribeiro, están o han estado en tiempos recientes en los mentideros.
Para volver a Pago de Carraovejas, la bodega castellana hizo hace unos meses un intento por establecerse en Rioja. Negoció la compra de Pagos de Leza, en Rioja Alavesa, pero no se llegó a concretar la operación. Sin embargo, Pedro Ruiz Aragoneses no oculta la atracción que siente por la comarca. Podría haber alguna novedad en los próximos meses, pero el empresario segoviano no lo confirma: “Podría parecer que lo compramos todo y no somos tan potentes. Tenemos la suerte de que los bancos todavía nos prestan…”
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