Fecha publicación:Agosto de 2007
Medio: Entrevista de Elizabeth Peña a Andrés Proensa
¿Por qué te inclinas a escribir sobre vinos?
En el año 1980 conseguí trabajo en la revista Club de Gourmets. Era periodista en paro y vi la posibilidad de escribir sobre tres temas: gastronomía, turismo y vinos. Me gustó más el mundo del vino, en el que, además, en esa época no contábamos en España con especialistas de auténtico peso. Seguí un curso de cata de vinos en la Facultad de Ingenierís Técnica Agrícola de la Universidad Politécnica de Madrid y, a partir de ahí, no he parado de catar y aprender y de contar lo que cato y aprendo, procurando traducirlo a un lenguaje periodístico, ameno y comprensible, sin perder rigor.
Menciona dos de las experiencias más satisfactorias que has tenido a lo largo de tu carrera.
Afortunadamente son muchas: mi primer libro, una pequeña monografía sobre los vinos de Madrid. La primera guía personal. La primera edición de la Guía Proensa. Y, sobre todo, la apasionante aventura de crear una nueva revista, PlanetaVino, en la que apenas estamos empezando aunque desde el 1 de junio ya está en la calle el primer número.
¿Has mantenido siempre el mismo criterio para catar los vinos o has cambiado a lo largo de los años?
Cambian los vinos, cambian los criterios y cambiamos nosotros. Se procura mantener una línea, pero el criterio de calificación necesariamente ha de ir mudando al ritmo que marca el cambio en los vinos. Dado que hay cada vez mayor número de vinos de calidad, es preciso ir elevando el nivel de exigencia.
¿Te has encontrado con personas que difieren de tus opiniones y te lo hacen saber?
El intercambio de opiniones y más de una disparidad de criterios son frecuentes, tanto con mis colegas, como con enólogos y bodegueros. Sin embargo, no es tan frecuente la discrepancia con un aficionado y es lástima porque esas opiniones diferentes son siempre enriquecedoras. No lo son tanto cuando median factores que no son puramente de calidad del vino, como los que mueven a publicitarios, comerciales e incluso sumilleres y responsables de tiendas especializadas. Esos son casos bastante frecuentes también pero tienen menos interés para mí.
Y, entre esas diferencias, ¿has encontrado muchas diferencias en un mismo vino que te han hecho reflexionar sobre tu crítica?
Primero he de decir que una sola crítica, si está bien argumentada, me hace reflexionar sobre mi opinión y no es difícil que busque volver a catar un vino en circunstancias diferentes a las que se realizó la cata que motivó la primera impresión. He de decir que pocas veces he cambiado mi criterio, en un sentido o en otro, aunque siempre guardando el respeto debido a las opiniones que lo merecen.
¿Has tenido problemas con alguna bodega o bodeguero por alguna puntuación que ellos consideraran “injusta”?
Problemas muy serios, ninguna. Situaciones incómodas, bastantes. Y unas cuantas “represalias” por parte de algunas bodegas que retiran el apoyo publicitario por no obtener calificaciones que consideran suficientes. Aún sufro algunas de esas represalias y discriminaciones, pero sin dramas.
¿Qué opinas de Robert Parker y James Matews de Wine Spectator y su crítica del vino español?
Son dos especialistas que merecen el mayor de los respetos, por su trayectoria y por su influencia. Personalmente, considero más equilibrados los juicios de Wine Spectator, sobre todo porque vemos calificaciones de Parker a vinos españoles realmente sorprendentes, con calificaciones muy altas a algunos vinos y ausencias bastante notables. Supongo que ni más ni menos que lo que puede decir cualquiera sobre mis críticas.
¿Te interesaría ir más allá de la crítica del vino español?
Si te refieres a hacer vino o a asesorar a una bodega en la elaboración, la respuesta es que no me atrevería. Si te vale el símil, prefiero ver los toros desde la barrera; pienso que no ha que ser torero para hacer crítica de toros. Por otro lado, si trabajara para una bodega, bien en la elaboración, en la comunicación, en la imagen o en la publicidad, pienso que perdería legitimidad para criticar a los vinos de esa bodega que me paga o a los que son competencia de la bodega que me paga. Ya me equivoco solo bastante para permitir que me “equivoquen” con una remuneración. Me gustaría que hubiera más rigor en ese sentido.
¿Cuáles países productores encuentras más interesantes?
No podría elegir. En todas partes hay suficientes puntos de atención y nunca terminas de conocer nada a fondo. De manera que cada día te puede levantar con el deseo de conocer mejor cualquier zona del mundo.
¿Qué opinas de las opciones de cierre de los vinos, como la rosca y el tapón sintético? ¿Crees que el vino español de cierto nivel, aunque sea un vino joven, para consumir pronto, está listo para esto?
Para empezar, el que tiene que estar preparado y aceptarlo es el consumidor y dudo que estemos preparados para abrir un gran vino tapado con un tapón metálico como el del aceite, una “chapa” como la de la cerveza, un plástico de colorines o un tapón de cristal, que es lo último de lo que se habla. Tengo algunos prejuicios culturales a favor del tapón de corcho y lo cierto es que algunos de los nuevos materiales no los conocemos suficientemente en periodos largos de conservación. Algunos de ellos se muestran en principio poco o nada agresivos y no parece que vayan mal en vinos de consumo rápido.
Tu, que catas tantos vinos, ¿has encontrado que el corcho y sus problemas del TCA son tan frecuentes y alarmantes como se dice? ¿Crees que no hay más problemas porque muchas veces las personas no saben que estén tomando un vino con ese problema?
El problema, que como sabes no siempre es culpa del corcho, es suficientemente frecuente como para ser preocupante. Y las buenas bodegas están preocupadas, lo mismo que los fabricantes de corcho, que no están locos y saben que sería suicida no intentar atajar el problema. Otra cosa es la capacidad del consumidor para descubrir el problema. Hay casos excepcionales, pero lo normal es que al menos de detecte que el vino de esa botella no gusta, aunque no se sepa dar el diagnóstico preciso, por falta de confianza en el propio criterio o, muchas veces, por timidez.
Háblanos de tu nuevo proyecto, PlanetaVino.
Es la consecuencia lógica de casi 25 años de profesión. He tenido la suerte de poder ganarme el sustento trabajando en lo que me gusta y casi siempre en el ambiente de libertad que me gusta. Cuando he visto peligrar mi independencia de criterio, he salido por la puerta. La buena marcha de la Guía Proensa hizo que me animara a un proyecto más ambicioso como es una revista bimestral, realizada a mi medida y, claro, con entera libertad para aplicar mis criterios profesionales. Al menos mientras dure el dinero. Si no podemos sobrevivir manteniendo esa línea, cerraremos. No estoy dispuesto a ceder en esto, que ha sido criterio fundamental en toda mi vida profesional.
Por lo demás, es una revista bimestral dedicada casi en exclusiva al mundo del vino y con especial atención al vino español, aunque sin olvidar que las fronteras son cada vez más tenues, el mundo cada vez más pequeño y la curiosidad del aficionado cada vez más grande. Va dirigida de forma especial al consumidor español, pero sin perder de vista a otros posibles lectores. La buena experiencia de la Guía Proensa, sobre todo en América Latina me permite pensar que también llegaremos con PlanetaVino al otro lado del Atlántico. Lo haremos con todo respeto, enviando la revista al corriente y no las revistas atrasadas, como se hacía en otro tiempo (y creo que aún), en una práctica que no me gusta nada.
¿Qué opinas de que tu guía se esté vendiendo en República Dominicana?
La verdad es que estoy encantado, me hace una ilusión enorme y al mismo tiempo siento una mayor responsabilidad. Los vinos son más caros y el esfuerzo por adquirirlos, mayor; por tanto, debo afinar aún más si cabe en todo. El año pasado inicié la venta en Puerto Rico, este año en República Dominicana y espero seguir añadiendo destinos, aunque sea uno por año. Aunque las cifras no son espectaculares, estoy encantado de poder contribuir a la difusión del amor por el vino y a la gran acogida que tienen los vinos españoles en República Dominicana. Y les estoy muy agradecido por confiar en mí.
¿Te gustaría venir por acá? Te mantendríamos ocupado firmando libros.
Me gustaría mucho volver (ya estuve en una ocasión) y cambiar impresiones con las gentes del vino de allá, doblemente cercanos a mí, por las razones culturales que nos unen y, sobre todo, por la pasión común por el vino de calidad. Supongo que no estaría tan ocupado como para no poder conocer mejor ese país. Y si pudiera contribuir a que mejorara la calidad del vino en sus zonas turísticas (también lo intento en las españolas), pues mucho mejor para todos.
¿Cuáles zonas consideras que pueden despegar en pocos años? El mercado se está comenzando a saturar de prioratos, riojas y riberas. ¿Qué opinas de los vinos de Toro, que en nuestro mercado no terminan de despegar?
No creo que haya saturación de vinos de zona alguna, siempre que sean de alta calidad y a ser posible de precio moderado. Es cierto que hay otras zonas que vienen llamando a la puerta con vinos de interés (los nuevos de La Mancha, algunos tintos andaluces, los de las zonas levantinas, Cigales, Bierzo, los de las denominaciones catalanas, como Montsant, Ampurdán, Terra Alta..) y Toro es, sin duda, una de ellas. Hay que conocer bien esos vinos para saber apreciarlos a fondo. Pero eso ocurre con el viuno, con el cine, con el golf…
¿Cuáles personajes del mundo del vino español consideras que han sido los más relevantes en los últimos cinco años?
Se podrían citar muchos. Creo que, sobre todo, Miguel Ángel de Gregorio, que ha dado una nueva dimensión al tinto de Rioja y de España y va a traer más. Añadiría muchos nombres: Mariano García, siempre en el Olimpo de los dioses del vino, lo mismo que Miguel Torres, la familia Eguren, Juan Carlos López de la Calle, Agapito Rico, Álvaro Palacios… y otros que salen y tienen un futuro espléndido. No se han de perder a Carlos San Pedro y su pujanza Norte, tal vez el segundo mejor tinto de España, a su hermano Javier San Pedro, autor de los Vallobera, a Ricardo Pérez Palacios, a los grandes de los blancos gallegos (Gerardo Méndez y Do Ferreiro, José Antonio López y Lusco, Javier Alén y Viña Mein). La lista sería interminable.
Tu vino tinto favorito.
Es difícil porque en eso soy muy veleidoso y cambio de apetencia según el día, la hora, el calor, el estado de ánimo y el puro capricho. Creo que Aurus es hoy por hoy el mejor tinto de España pero tomaría si dudar otros veinte o más en su lugar.
¿El blanco?
Durante el año pasado tal vez el Lusco Pazo Piñeiro, pero hay otros muchos, tal vez sin el punto añadido que tiene Pazo Piñeiro por ser una marca nueva.
¿Algún espumoso?
Cuando quiero algo fresco, me gusta el Codorníu NPU Cuvée Reina María Cristina; si busco profundidad, volumen y elegancia, el Raventós i Blanc Gran Reserv Personal MRN. También añadiría unos cuantos.
¿Y licoroso?
Los finos, como Tío Pepe, La Ina y Quinta, y algunas manzanillas, como La Gitana, San León o Solear me apetecen prácticamente en cualquier momento.
¿Qué consejos les das a los socios de Connoisseur a la hora de catar un vino para poderle apreciar mejor?
Más que la cata, cuyas condiciones idóneas se explican en cualquier manual, yo hablaría del consumo, del aspecto más lúdico. Como se trata de disfrutar, hay que buscar un momento de tranquilidad, a ser posible en buena compañía (sin perros ladradores, niños ruidosos, compañeros de mesa con ánimo de polémica…) en el que el vino se encuentre a gusto y el que lo va a consumir, también. Una copa adecuada, que permita gozar con el vino. Poca prisa para ir descubriendo las facetas de una gran vino. Y, en el caso de República Dominicana, con calor y elevada humedad, cuidar con mucho rigor (no importa que nos acusen de maniáticos) la temperatura del vino. Ningún gran tinto deberá ser servido por encima de 16ºC de temperatura; casi en el momento de servir se podrá a 18 y por encima de eso destilará alcohol que impedirá apreciar la fruta, las sensaciones de crianza, las notas sutiles del vino grande. Lo mismo para el resto de los vinos: busque sin prejuicios la temperatura a la que más le gusta y, no lo dude: su criterio personal es el que vale, por encima de convencionalismos y zarandajas. Se trata de ser feliz, de conseguir esos momentos efímeros de placer que constituyen la felicidad y que el vino puede contribuir a su disfrute. Lo demás importa menos.
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