Qué mejor ocasión que estas semanas que tenemos por delante para compartir con la gente que queremos todo eso de lo que disfrutamos. Por esta razón, y como venía anunciando hace tiempo, hoy traigo a este espacio esos blancos que me gustan, que me han estado acompañando este año y que compartiré, seguro, en las múltiples reuniones que nos quedan por celebrar.
Por desgracia siguen siendo muchos los desconfiados en lo que a estos vinos se refieren, considerándolos ‘menores’ frente a los tintos tanto por calidad como por complejidad. Gran error. La comparativa no tiene lugar porque se trata de elaboraciones diferentes y entre unos y otros los hay grandes, medianos y pequeños. Un claro ejemplo del alto nivel de los blancos que se elaboran en este país es el Salón de los Grandes Blancos españoles que hace unos meses organizaba, por segundo año, nuestro colega y crítico vinícola Enrique Calduch. En esta cita volvía a quedar patente la calidad que han ido alcanzando los blancos en las diferentes zonas elaboradoras de la geografía patria.
Hace pocos días también degustaba unos cuantos blancos de los que hoy os propongo con un grupo de amigos, ajenos al sector, y les sorprendía lo probado por la variedad y complejidad de unos vinos que, de largo, superan los estereotipos de sencillos, frescos y aromáticos o el de productos de verano.
El mundo del blanco es amplísimo, y oso afirmar que tenemos estupendas elaboraciones que nada tienen que envidiar a los blancos franceses; es más, aquí podemos adquirir estupendos vinos a precios más que ajustados, cosa que no sucede en el país vecino.
Más allá de su frescura y potencia aromática, hay grandes exponentes blancos con volumen, carnosos, complejos, estructurados, y con cuerpo suficiente para enfrentar platos que, en el imaginario común, y a priori, solo tomaríamos con tintos.
Rueda y Rías Baixas se llevan la palma desde siempre como zonas clásicas de blancos. Vinos afamados y populares que, poco a poco, han ido avanzando por el camino de la complejidad y la crianza con muy buenos y grandes resultados. Y en concreto en Rías Baixas empiezan a ‘pelear’ en pro de los vinos con tiempo en botella (periodo en el que ganan en complejidad), intentando alejarse del hábito extendido de que los suyos son vinos para consumir en el año. Junto a estos dos grandes territorios del blanco español, hay reseñables elaboraciones en los más diversos rincones del país asentadas tanto en variedades autóctonas como en otras menos conocidas por minoritarias, pero en todo caso partícipes unas y otras de dignísimos y prestigiados vinos blancos españoles.
Defendida la causa, en la que creo, ésta es la selección que propongo de las muchas alternativas posibles y, por supuesto, a partir de la experiencia personal. Una relación de vinos, seguro, para sorprender, compartir, disfrutar o regalar.
Comienzo por cinco gallegos de diversa procedencia y añadas. Pazo de Señorans, una de las firmas motor de la DO Rías Baixas, elabora éste Pazo Señorans Selección de Añada 2007, un albariño que dignifica la evolución de esta variedad en botella, pleno de complejidad y profundidad de aromas. Potente y expresivo en boca.
En la misma denominación, Tricó 2012 es un vino hecho a imagen y semejanza de su autor, José Antonio López, un auténtico conocedor de la albariño que, tras años de experiencia en diferentes bodegas (Morgadío y Lusco), ha visto cumplido su sueño. Una elaboración personal, de gran carácter y tipicidad, y sin duda una de las etiquetas rompedoras en la zona. Permanece 12 meses en depósito junto a sus lías lo que le confiere una mayor estructura y volumen, un blanco con cuerpo y raza.
Gerardo Méndez es otro ‘autor’ de la zona, que asienta su éxito en uno de los mejores viñedos emparrados de albariño y de uvas centenarias. Cepas Vellas 2013 fue de los primeros blancos demostró las bondades del tándem selección y botella. Una vino fino, elegante, en el que la fruta se mastica. Carnoso, envolvente y con un extraordinario final de boca que evoca el paisaje del que procede.
Cambiamos de denominación para adentrarnos en el viñedo vertical de Rafa Palacios. Llegó, vio y venció en Valdeorras, donde elabora As Sortes 2012, su buque insignia y una de las etiquetas que certifica el estupendo potencial de esta zona. Se trata de un monovarietal de godello que ha encontrado la sutileza y la elegancia en su armonía con el roble francés, dando como resultado un blanco untuoso, fresco y equilibrado. Y termino mi selección gallega con Viña Meín, punta de lanza de los ribeiros de calidad donde Javier Alén hace su Viña Meín 2013, con la treixadura como variedad principal (70%) que complementa con otras autóctonas, godello, loureira, torrontés, albariño y lado. Con este vino Alén dio un paso adelante en el Ribeiro ofreciendo un blanco que refleja terruño, clima y variedad. Aromático, frutal, fluido y persistente.
De tierras castellanas, Belondradre y Lurton y José Pariente son dos de las grandes bodegas de Rueda y artífices de dos de los vinos de esta selección. Ambos elaborados exclusivamente con verdejo, Belondrade y Lurton 2012 es fermentado y criado con sus lías en barricas francesas. Esta marca revolucionó la zona por su apuesta por el roble francés, creando un estilo de vino que hoy en día es seguido por otras muchas firmas. Didier Belondrade muestra en esta elaboración un blanco sutil y cremoso en el que la madera juega un papel importante, y un vino que crece en la botella. Por su parte, José Pariente Cuvée Especial 2012 procede de un viñedo de más de 40 años en vaso y supone la culminación, hasta el momento, del proyecto iniciado por Victoria Pariente y que ahora cuenta con la participación de la siguiente generación, sus hijos Martina e Ignacio. Sus vinos son sinónimo de valor seguro. El Cuvée muestra territorio y mineralidad, en el que la edad de la uva se refleja en la botella transmitiendo potencia, elegancia y finura. El carácter frutal se ensambla a la perfección con el roble elegido.
También de verdejo, pero en su caso etiquetado como Vino de la Tierra de Castilla y León, Ossian 2012 es otro de los que ejemplos del buen entendimiento uva-madera.
En su corta andadura, este vino se va consolidando como uno de los más destacados de la zona. Elaborado a partir de cepas muy viejas, muestra una gran expresión aromática, buen carácter y equilibrio y gran volumen en boca, donde resulta graso y untuoso. Otro de los blancos que sorprende con su permanencia en botella.
Aunque parezca mentira, no solo de tintos vive Rioja y para muestra estas tres interpretaciones del blanco. Finca La Emperatriz Viura Cepas Viejas 2011 es de las más recientes incorporaciones blancas a la zona, pero la casa ha sabido entender sus cepas viejas de viura elaborando un vino con carácter que certifica las posibilidades de la variedad cuando se trabaja bien. El resultado, una etiqueta que muestra estructura, equilibrio y gran armonía entre los aromas frutales y los de su paso por barrica. En el caso de Capellanía Reserva 2010 es un blanco de hoy pero sin perder la identidad de los vinos de antaño, esto es, pensado para evolucionar en el tiempo y mostrar una compleja riqueza aromática. Marqués de Murrieta presenta un blanco de viura con alma de tinto, criado durante un año y medio en roble francés, en el que el paso de los años es su mejor aliado. Elegante, estructurado, en el que finura y reducción van de la mano. Luego, Muga Fermentado en Barrica 2013 (90% viura, 10% malvasía) se ha convertido en el ejemplo a seguir por innumerables bodegas de la zona; un blanco con unos meses de barrica que le aportan untuosidad y recorrido sin descuidar el carácter primario y fresco de su juventud. Una fórmula que marca tendencia.
Los cuatro últimos de ‘mis elegidos’ están asentados en la variedad más importante del mundo, la chardonnay, que en estas etiquetas interpreta su mejor papel.
Jean Leon Vinya Gigi 2013 y Milmanda 2012, del mismo grupo vinícola (Torres), son dos de las etiquetas que plasman el excepcional comportamiento de esa variedad foránea en Cataluña. Desde Penedès el primero, Vinya Gigi supone un vino serio y con carácter, con gran profundidad de aromas, excelente expresión tánica y autenticidad varietal, en la que ahumados y tostados acompañan el característico toque tropical y carnoso de la uva. Más delicado y perfumado resulta Milmanda, procedente de Conca de Barberà y considerado por muchos el gran chardonnay español junto al navarro Chivite. El de Torres resulta excelente en todas las fases organolépticas. La nariz es sutil a la vez que potente y expresiva (ahumados, fruta de hueso, tostados, mantequilla, balsámicos), y la boca corpulenta, densa, aterciopelada, cremosa, y con la barrica perfectamente integrada.
De la firma navarra mencionada, Chivite Colección 125 Chardonnay 2012 llegó a ser, por méritos propios, uno de los blancos más demandados del país a pesar de su precio. En una zona en la que la chardonnay asume total protagonismo, esta etiqueta extrae la esencia de esta variedad borgoñona, lo que se traduce en franqueza, intensidad, complejidad, elegancia y finura. Equilibrio, frescura y largo recorrido, no ha dicho su última palabra. Y para terminar, una pincelada de Somontano, Enate Fermentado en barrica 2011. Un vino con seis meses en roble francés que nos transporta al Nuevo Mundo por su carácter y tipicidad; fresco, envolvente, muy varietal y con un agradable graso y sedoso paso de boca. Sin duda, en un excepcional momento de consumo.
En conclusión, todas referencias estupendas para beber, descubrir, compartir y en estas fechas también regalar. Un acierto seguro que certifican la calidad, grandeza y nivel del blanco español.
Deje su comentario
Debe estar logged in para comentar.