Madrid, 11 de julio de 2018. MS. – La búsqueda del mejor viñedo para asentarse en Ribera del Duero llevó a Bodegas Roda, una de las firmas con más proyección de la Rioja –ubicada en Haro- a encontrar en La Horra (Burgos) la que iba a ser su sede ribereña.
De eso se han cumplido ahora diez años, y Corimbo y Corimbo I, los vinos emblemáticos de la casa, ya cuentan con popularidad, seguidores y un sitio destacado en el mercado, nacional y foráneo.
La tinta de país (tempranillo) es su materia prima, sola, vinos monocorde procedentes de viñas de entre 25 y 30 años, en el caso de Corimbo –con unos 14 meses de crianza–, y de viñedos de más de 70 para Corimbo I, con una crianza de unos 16 meses y de limitadísima producción. Cepas todas en vaso, en La Horra, y sobre las que se practica una viticultura ecológica, o lo que es lo mismo, con la mínima intervención química y humana.
La historia de la firma comenzó con la búsqueda “de los mejores tempranillos de la Ribera del Duero”, recuerda Agustín Santolaya, director técnico y general de la bodega y del grupo, para añadir que “consideramos que estaban en el entorno de La Horra”.
Luego, como no podían adquirir toda la viña vieja que querían, formaron una sociedad con los hermanos Balbás, Pedro y Pablo, con unas 20 hectáreas, entre pinares, en propiedad de ese viñedo pero que no elaboraban vino. El objetivo lo tenían definido, ni maderas nuevas, ni sobremaduración (en beneficio de la frescura) ni extracción excesiva para favorecer la finura del tanino.
La bodega llega después. En 2008 empiezan en una prestada pero al siguiente año ya cuentan con espacio propio donde elaborar. En cuanto a la viña, trabajan en ecológico puro y están certificados, aunque no lo pongan en ninguna de sus etiquetas. Respecto a la barrica que emplean, sólo un 10% es nueva, e incide Santolaya, “nunca metemos ni una gota de una añada en otra, ni en Roda ni en La Horra”. La máxima de esta casa, continúa, “elaborar vinos que reflejen el paisaje de la Ribera del Duero burgalesa, aportando elegancia y frescura a la fuerza de la tinta del país”. A partir de aquí, son tres las etiquetas que han sacado al mercado, Sela, el más joven de la familia “y que nos vino genial durante los años de crisis como entrada de gama”, reconoce sin tapujos. Y luego esos dos hermanos mayores, Corimbo (20 €) y Corimbo I (40 €). En estos diez años de historia han puesto en marcha, además, el proyecto BIOGERM, centrado en la selección de plantas que, sin perder la identidad de la variedad, puedan enfrentarse a los cambios que, auguran, va a exigir el cambio climático.
Por el momento, son cinco añadas las que Bodegas La Horra ha sacado al mercado, de 2009 a 2013. Desde la más joven a la más antigua, 2013 fue lluviosa y ría, lo que se tradujo en vinos que mantienen frescura, con menos estructura y “en los que ha sido difícil domar los taninos”, dicho por el propio Santolaya. Corimbo tiene una nariz donde sobresale la fruta roja fresca y toques florales, con una boca dominada por la acidez y un tanino fino pero muy vivo que se domará en la botella.
La añada 2012 fue muy seca, con un mes de agosto fresco y, al final, poca producción. En Corimbo, muy aromático, las notas de fruta y de crianza (finas maderas) conviven sin perder la frescura, Especias dulces. Boca fina, con un tanino pulido pero donde se echa en falta algo de estructura. En cuanto a Corimbo I –la añada ‘más joven’ de este vino en el mercado–, hay profundidad, intensidad aromática, notas balsámicas, especiadas, y mucha fruta negra. Redondo, equilibrado, y con recorrido gracias a la acidez que mantiene.
2011 fue un año más cálido y, por tanto, de mayor madurez. Esto se tradujo en una vendimia temprana y vinos más voluminosos. Corimbo se presenta complejo, con marcadas notas especiadas en nariz pero también de fruta roja y negra. Eso sí, en boca es más láctico (cremoso), amable, con mayor estructura y buen equilibrio. Una nota amarga en el postgusto, lo alarga y resulta apetecible porque refresca. Corimbo I es uno de los más destacados hasta la fecha. Con intensidad aromática, volumen, complejo, profundo, con mucha fruta negra, notas balsámicas y de su paso por la barrica. Sorprende la viveza que tiene en la boca. Destacable persistencia.
En palabras de su artífice, “la añada 2010 fue grande. Hubo humedad suficiente, aportó frescura y elegancia sobre una madurez impecable y, al final, vinos menos cargados”. Corimbo es muy aromático, con notas de fruta negra y roja, recuerdos de confitura y de su contacto con la madera. Equilibrado, frutal y fresco en la boca, con un tanino vivo pero pulido, y de nuevo cierto toque vegetal al final que podría afinar el paso del tiempo en la botella. Corimbo I es otra cosa, y tal vez es más elegante de todos los catados. Profundo, intenso, equilibrado, aromático, con amplitud en la boca y una nota láctica que le aporta amabilidad sin restarle protagonismo a la frescura de la fruta.
Para terminar, la 2009 es la primera que elaboran en sus propias instalaciones, una cosecha marcada por la sequía veraniega que generó estrés hídrico en la planta. Con esta base, Corimbo muestra aromas balsámicos, de fruta madura, hierbas aromáticas, junto a recuerdos de café y un marcado tanino. Mientras, Corimbo I es más maduro, con mucha fruta negra, especias dulces, chocolate, toque mineral, y una sensación de mayor amabilidad en la boca junto a notas balsámicas.
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