Fecha publicación:Abril de 2004
Medio: Le Connoisseur
Castilla y León es la región que produce algunos de los vinos más influyentes de los últimos años en España. Ribera del Duero, Toro o Rueda son los más conocidos, pero hay otras denominaciones de origen y zonas que configuran un sugestivo panorama vinícola.
El río Duero, que recorre el tercio norte de la Península Ibérica de este a oeste, marca la geografía de la comunidad autónoma de Castilla y León y su influencia casi mágica define los vinos de una región que tiene más importancia en lo que se refiere a calidad que en cuanto a producción. Todas las comarcas vinícolas de Castilla y León, excepto la denominación de origen Bierzo y la zona de Cebreros, se encuentran en la cuenca del Duero, bien en la propia orilla del río, caso de las denominaciones de origen Ribera del Duero, Rueda y Toro y de las comarcas de Tierra del Vino y Los Arribes, bien en sus afluentes, como la denominación de origen Cigales o las interesantes zonas de Tierra de León o Ribera del Arlanza.
Castilla y León ocupa la mitad norte de la gran Meseta Central Española, compartida con las comunidades de Madrid y Castilla-La Mancha. Destaca el fuerte contraste entre los vinos de las dos regiones, mucho más productiva la zona sur, donde se encuentra más de la mitad del viñedo español, y mucho más prestigiosos los vinos del norte. En la geografía también se dan diferencias entre el relieve llano del sur y el paisaje suavemente ondulado de las comarcas de Castilla y León. Comparten el clima continental riguroso, con inviernos muy fríos y tórridos veranos, con una bajada en las temperaturas nocturnas estivales muy bien valorada por los técnicos, y la escasez de lluvias.
Ribera del Duero: grande de España
Dentro de la aristocracia española, los “grandes de España” son algunos títulos distinguidos por los reyes españoles como “primum inter pares”, es decir, una casta superior dentro de la elite. La D.O. Ribera del Duero se ha ganado una consideración similar en un tiempo muy corto, aunque ya contaba con bases sólidas. Fue calificada como denominación de origen hace muy poco, en 1982, cuando apenas había una docena de bodegas embotelladoras en la comarca.
Ocurre que entre esas bodegas había nombres tan importantes como Vega Sicilia, la casa mítica del tinto español, Protos, que gozaba de gran prestigio comercial un tanto decaído en los últimos años, o Pesquera, que iniciaba su gran despegue como uno de los más conocidos vinos españoles en el ámbito internacional. Además, empezaban su andadura otros que alcanzarían enorme relieve, como Viña Pedrosa, Valsotillo o Mauro, aunque ésta última quedaría finalmente excluida porque tiene viñedos fuera de los límites de la D.O. Ribera del Duero.
Los tintos de la Ribera, oscuros, corpóreos y vigorosos, se situaban en parámetros muy acordes con lo que pedían los más importantes mercados internacionales y también con lo que demandaba el propio consumidor español, que poco a poco va abandonando los vinos ligeros del perfil clásico de Rioja, la zona más importante de España. Esas cualidades fueron la causa del éxito fulgurante de la Ribera, convertida en la zona productora de moda durante los años ochenta y, sobre todo, en los noventa.
La demanda creció, el vino escaseó y los precios subieron como la espuma. En los años noventa, a pesar de que la zona no había dejado de crecer, lo cierto es que se vendía todo y se vendía a buen precio porque las bodegas estaban casi permanentemente sin existencias. Eso atrajo a un buen número de inversores; algunos de ellos procedían del mundo del vino pero muchos otros no eran otra cosa que simples especuladores que acudían al reclamo de una especie de fiebre del oro.
La consecuencia ha sido la aparición incesante de nuevas bodegas y el incremento de la superficie de viñedo y de la producción. En 1982 la D.O. Ribera del Duero echó a andar con menos de 5.000 hectáreas de viñedo y una producción que no llegaba a 15 millones de litros de vino. En la actualidad, la superficie de viñedo se ha multiplicado por cuatro, la producción por cinco y el número de bodegas embotelladoras se acerca ya a los dos centenares. El proceso no parece detenerse y ahora es el turno de las bodegas de otras zonas y los grandes grupos que acudieron a la Ribera del Duero y ahora empiezan a lanzar sus vinos.
Entre esas jóvenes bodegas no faltan ejemplos de marcas ya muy importantes en el panorama vinícola español (Alión, Pago de Carraovejas, Emilio Moro, Arzuaga, Viña Sastre, Hacienda Monasterio, Carmelo Rodero, Pago de los Capellanes, Pingus o los novísimos Aalto, Dominio de Atauta o Jaro, entre otras marcas), pero lo cierto es que también han surgido numerosos vinos mediocres que han deslucido un tanto la imagen general de la zona. Sin embargo, eso también puede ser considerado como un síntoma de la mayoría de edad de la Ribera del Duero.
Rueda: los blancos de Castilla
A finales de los años sesenta, el riojano Francisco Hurtado de Amézaga, enólogo de la legendaria firma riojana Vinos de los Herederos del Marqués de Riscal, buscaba una alternativa para elaborar vinos blancos que dieran mejores resultados que los de su tierra. Asesorado por el famoso técnico francés Emile Peynaud, comenzó a ensayar elaboraciones modernas en la zona de Rueda con la uva autóctona Verdejo, utilizada tradicionalmente para elaborar vinos generosos clásicos, los dorados y pálidos rueda, que se envejecían en los grandes bocoyes de vieja madera o en damajuanas de vidrio.
La uva Verdejo se reveló como una variedad magnífica para elaborar unos vinos blancos jóvenes de enorme personalidad, con estructura, glicéricos, equilibrados y con una magnífica acidez natural, si bien eran bastante sobrios en lo que se refiere a los aromas. De esa forma, un riojano sería el descubridor de los blancos de Rueda, llamados a convertirse en los más emblemáticos de la región, en unos vinos de gran pujanza en el conjunto de la enología española y en los protagonistas de la primera denominación de origen de Castilla y León: la D.O. Rueda se puso en marcha en 1980 y se convirtió en una de las zonas abanderadas de la revolución tecnológica que renovó el vino español.
La discreción en los aromas clásicos, caracterizados por unos finos aunque no muy expresivos tonos herbáceos frescos, hizo que los inquietos elaboradores de Rueda buscaran nuevas alternativa. Pronto adoptaron la variedad francesa Sauvignon Blanc, que produce unos aromáticos blancos varietales y de alguna manera ha llegado a contagiar a los verdejos. Elaborados con las técnicas más actuales, como la maceración pelicular y la intervención de enzimas percutoras de aromas, los modernos blancos de Verdejo han protagonizado uno de los cambios más controvertidos del vino español actual: su transformación en vinos aromáticos.
De una forma u otra, Rueda no ha sufrido altibajos en su exitosa carrera comercial. Sobre todo en los últimos años, en los que ha escaseado siempre vino y eso ha motivado una escalada peligrosa en los precios de unos blancos famosos y bastante asequibles. El éxito y la fama de los vinos blancos no se ha reflejado en los rosados y tintos de Rueda, incluidos en la denominación de origen en una decisión muy polémica y que ha encontrado fuerte oposición por parte de algunas de las bodegas de la zona, que incluso han recurrido esa ampliación ante los tribunales.
El proceso judicial está en marcha, pero el primer asalto ha sido ganado por quienes se oponían a que los famosos blancos compartieran protagonismo con unos tintos y rosados que, a pesar de estar elaborados con Tempranillo, la gran variedad del Duero, y con el refuerzo de Cabernet Sauvignon y Merlot, no alcanzan en absoluto los niveles de casta y calidad de las comarcas vecinas.
Toro: el Priorato castellano
Todo lo contrario ha ocurrido con la D.O. Toro, convertida desde la segunda mitad de los años noventa en una de las zonas de moda del vino español. Su ascenso ha sido de tal calibre que muchos lo han comparado con el proceso que vivió hace diez años la catalana D.O. Priorato. Dado que, además, también coinciden los estilos de los vinos de ambas zonas, tintos corpóreos, robustos y poderosos, pronto fue calificada como “el Priorato de Castilla”.
Toro es una comarca vinícola muy clásica que, sin embargo, accedió tarde a la denominación de origen: fue calificada en 1985. El acceso a la denominación de origen no pareció sentarle bien a Toro; las seis bodegas embotelladoras que fundaron la D.O. Toro se vieron reducidas a cuatro y parecía que la crisis no iba a tener remedio. Sin embargo, a partir de la segunda mitad de los noventa tuvo lugar una reacción espectacular. El pistoletazo de salida lo dio la noticia de que la mítica Vega Sicilia compraba viñedos en Toro y comenzaba a ensayar la elaboración de tintos.
Aunque su vino, Alquíriz, no ha visto la luz hasta marzo de 2004, parece haber actuado como catalizador para la instalación en la zona de cerca de 30 nuevas bodegas. La peculiaridad de esa eclosión de la D.O. Toro es que, en contraste con lo ocurrido en otras zonas, las nuevas inversiones han sido protagonizadas sobre todo por gentes del vino y no por inversores procedentes de otros sectores.
Aquí han instalado filiales bodegas de Ribera del Duero (Vaduero, Vega Sicilia y su Alquíriz, Mauro con San Román), de Rueda (Dos Victorias, Bodegas de Crianza de Castilla La Vieja con Bodegas Toresanas), de Rioja (Numanthia-Termes, de la familia Eguren, Sobreño) y de Navarra (Villaester, de Bodegas Marco Real), que acompañan a los buenos veteranos, Bodegas Fariña y Vega Saúco, y a otros interesantes proyectos autóctonos (Rejadorada) y foráneos (Estancia Piedra o la bodega de los hermanos Lurton).
Cigales, en el Pisuerga
Algo parecido podría estar comenzando a ocurrir en Cigales, otra comarca histórica que empieza a cobrar fuerza tras la renovación de buena parte de su viñedo y la instalación de Museum, filial del grupo riojano Barón de Ley, al que pertenece la poderosa El Coto de Rioja, también de la D.O.C. Rioja. Museum siguió los pasos emprendidos por Traslanzas, iniciativa de tres enólogos: José Hidalgo (Bodegas Bilbaínas, Rioja), Ana Martín (asesora de varias bodegas en Galicia, País Vasco, La Mancha y Rioja) y María Pinacho (Grandes Bodegas, Ribera del Duero).
Cigales se encuentra en el valle del Pisuerga, afluente del Duero, a muy corta distancia de la ciudad de Valladolid. Fue famosa por sus vinos rosados, denominados claretes en la región, pero en los años ochenta inició una paulatina modernización de sus viñas, con plantaciones modernas de Tempranillo y algo de Cabernet Sauvignon y Merlot, que sustituyeron a los viejos viñedos en los que se mezclaban variedades tintas y blancas par la elaboración de rosados.
En los últimos tiempos están surgiendo nuevos vinos de calidad y ya hay un puñado de marcas de muybuena calidad: los citados Museum y Traslanzas, Lezcano, César Príncipe y Viña Concejo son los más interesantes y se sitúan en plano de igualdad con los tintos más característicos del Duero. También elaboran vinos en la zona el enólogo Telmo Rodríguez (de la familia propietaria del rioja Remelluri) y la bodega Matarromera, de la D.O. Ribera del Duero.
Bierzo: tesoro escondido
Hace dos mil años, la comarca vinícola del Bierzo estaba directamente bajo la administración de la V Legión de Roma, encargada de cerrar el paso a una zona estratégica por su importante producción de oro. Apenas quedan trazas del metal precioso (el impresionante paisaje de Las Médulas, las antiguas minas de oro romanas, y unos pocos buscadores estilo Far West), pero El Bierzo guarda otros tesoros, entre ellos los vinos, éste último recién descubierto.
Situada en el valle del Sil, afluente del Miño, Bierzo es la única denominación de origen de Castilla y León que no pertenece a la cuenca del Duero. Ese ámbito geográfico, el clima más húmedo que en el resto de las zonas y las variedades de uva (Mencía y la blanca Godello) dan a la D.O. Bierzo un carácter de zona de transición entre los vinos de la Meseta y los de Galicia. La cercanía a Galicia en ése y otros sentidos, incluido el acento de sus habitantes, hace que para algunos El Bierzo sea una comarca más gallega que leonesa (algunos la denominan “la quinta provincia”, uniéndola a las cuatro que forman Galicia).
El vino del Bierzo miró siempre también hacia Galicia. Por su carácter, con tintos ligeros y frescos y blancos aromáticos y con buena acidez, y por su vocación comercial. Durante muchos años, las bodegas de la D.O. Bierzo abastecieron al mercado gallego, un mercado que no se caracterizó tradicionalmente por su exigencia en cuanto a calidad. En consecuencia, los elaboradores bercianos eligieron la producción por delante de la calidad, plantaron en el fondo del valle, en las zonas más productivas, y fueron abandonando los buenos viñedos de ladera. En esas condiciones poco agraciadas, Bierzo fue calificada como denominación de origen en 1989.
Durante buena parte de estos quince años no se modificó mucho el estado de las cosas, pero el panorama está cambiando, y de forma muy rápida, en los últimos tiempos. Como ha ocurrido en otras zonas, han sido las aportaciones foráneas las que han hecho despertar a un sector vinícola que estaba anclado en las viejas inercias. La llegada del riojano Álvaro Palacios, autor del priorato L’Ermita y miembro de la familia propietaria de Bodegas Palacios Remondo (Rioja), junto con su sobrino, Ricardo Pérez Palacios, fue la primera llamada de atención. Sus tintos Corullón reivindican los viejos viñedos de ladera, de altura y de corta producción y han escenificado la revolución del tinto berciano. Lo del blanco es otro asunto, pero hay una buena variedad y es de esperar un futuro mejor.
Otros inversores y algunos productores autóctonos siguen en esa senda. Aquí han llegado importantes grupos gallegos, como el Grupo Galiciano, al que pertenecen los Veigadares (Rías Baixas), Galiciano Día (Valdeorras) y otros, que fundó Viticultores Bercianos y produce los Riocúa; o Bodegas Terras Gauda, también de Rías Baixas, que compró Pittacum en 2002. Paulatinamente se han ido incorporando nuevos nombres a la nómina de buenos vinos bercianos: Tilenus, Valtuille y Dominio de Tares Bembibre son algunos de los más destacados.
Otras zonas de futuro
La geografía de Castilla y León está salpicada de viñedos por los cuatro costados. Además, de las cinco denominaciones de origen, existen otras en fase de formación, cuya producción se encuentra todavía en el terreno de los vinos de la Tierra. Tal vez las más famosas sean las zonas periféricas de la D.O. Ribera del Duero, en especial la comarca fronteriza occidental, donde se producen vinos de la talla de los Mauro, Leda o Abadía Retuerta. Es una comarca que buscó su adhesión a la D.O. Ribera del Duero, lo mismo que la segoviana de Valtiendas, situada al sur de Peñafiel, pero ha encontrado las puertas cerradas y podría convertirse en el futuro en una denominación de origen nueva.
Bastante más claro lo tienen en otra comarca cercana a la más famosa zona del Duero: Ribera del Arlanza. Situada en la provincia de Burgos, a unos 40 kilómetros al norte de la D.O. Ribera del Duero, es una zona clásica que se significó en el pasado por sus frescos vinos rosados y ahora elabora tintos cada vez mejores. También en recuperación hay otras zonas, como la zamorana de Tierra del Vino, otra productora vinícola histórica a la que pertenecen la vieja bodega de Manuel Fariña (en los ochenta abrió la de Toro) y Dehesa La Granja, la bodega de Alejandro Fernández, autor de los riberas Pesquera y Condado de Haza.
No muy lejos está la comarca de Benavente-Los Valles, donde trabaja en solitario la heroica Bodegas Otero y que tal vez debería incorporarse a la vecina Tierra de León, una comarca atractiva donde reina la peculiar uva tinta Prieto Picudo, que está dando vinos muy interesantes, con mucho nervio y potencial de largo envejecimiento, como Don Suero, Dehesa Rubiales (que pertenece al Grupo Galiciano) o Peregrino.
Más al sur, también en la provincia de Zamora, a caballo con la de Salamanca, se encuentra Los Arribes del Duero, una escarpada comarca vinícola donde ha realizado una importante inversión el potente Grupo Arco, al que pertenecen, entre otras marcas, los riojas Lagunilla y Berberana y en el que están también integrados los vinos del marqués de Griñón y del marqués de Monistrol. Sin salir se Salamanca, en el límite sur, en la sierra de Béjar, una curiosa comarca situada en una depresión que anuncia ya el fin de la Meseta, se encuentra la zona de la Sierra de Salamanca, también con gran futuro.
No parece mejor el panorama de la última zona de este recorrido, la de Cebreros. Situada al suroeste de Castilla y León, en la zona donde ésta comunidad confluye con las de Madrid, Castilla-La Mancha y Extremadura, es otra excepción en la región, ya que pertenece a la cuenca del río Tajo. Todo es diferente en Cebreros: los suelos son graníticos y la variedad dominante es la tinta Garnacha. Tampoco parecen darse grandes progresos en cuanto calidad y sus vinos se destinan a los envasadores de vinos de pasto.
Deje su comentario
Debe estar logged in para comentar.