La cosecha del 2002 ha ofrecido todo un catálogo de contratiempos climatológicos en la mayor parte de las zonas vinícolas españolas y ha sido catastrófica en algunas zonas europeas. Ha sido el año de los buenos profesionales, de los buenos agricultores, de los buenos enólogos y de las bodegas bien preparadas.
Sequía, heladas, lluvias abundantes en momentos inoportunos, temperaturas bajas que retrasaron la maduración, nervios y prisas. En duro contraste con una campaña del 2001 en la que todo parecía ir a favor de la calidad, el 2002 trajo todos los contratiempos imaginables. En algunos momentos se temió que fuera incluso peor y se hablaba en algunas zonas de “año en blanco” o poco menos, pero al final hubo una relativa suerte y los que tuvieron paciencia pudieron mostrar una cierta satisfacción.
La del ’02 será la cosecha del “yo no”. Muchos de los enólogos consultados hablan y no paran de los grandes problemas planteados por una climatología muy difícil para luego salvar en una medida más o menos razonable la calidad de su cosecha. Frases como “menos mal que al final se enderezó”, “hay poca cantidad pero mucha calidad” o “he tenido la suerte de salvar una parte” se repiten en todas las zonas.
Y el caso es que parece que no les falta razón. Miguel Ángel de Gregorio, propietario de Finca Allende, siempre suele ser crítico pero en esta ocasión se une al coro de los que se conforman: “La verdad es que no ha sido tan mala como nosotros mismos esperábamos; ha habido problemas y habrá muchos vinos malos del 2002 pero también va a haber calidades extraordinarias. A falta de ver los que pasa después de la fermentación maloláctica, que es una prueba de fuego para el vino, creo que va a haber grandes vinos”.
De Gregorio puede dar la clave: habrá muchos vinos malos pero también muy buenos. Eso se traduce en que la brecha entre los vinos de alta calidad y los otros se ensancha. En cosechas como la del 2001, cuando viene el viento a favor, casi se podría decir que los vinos se hacen solos y las diferencias no son tan acusadas. En los años complicados se nota la actuación de los técnicos y la influencia de las bodegas mejore preparadas.
Menor producción en amplias zonas
En conjunto, según las estimaciones del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, la cosecha española de vino rondará los 36 millones de hectolitros, algo superiora la anterior aunque con descenso de producción bastante acusada en regiones como Galicia y el curso medio del Ebro y aumento en Castilla y León, Castilla-La Mancha, Aragón y Cataluña. Antonio Moscoso, responsable de la Dirección General de Denominaciones de Calidad del Ministerio de Agricultura, piensa que “donde se ha tenido paciencia habrá una calidad buena y, ¿por qué no?, en algún caso incluso excelentes. La calidad vendrá condicionada por la elaboración y por la capacidad tecnológica de las bodegas. En España las bodegas se han renovado mucho y en general están muy bien preparadas. Vamos a tener cosechas más regulares gracias a la tecnificación de las bodegas”.
Esa tecnificación permite afrontar y hasta cierto punto corregir algunos de los avatares de años como éste. Se llegó a la primavera tras una prologada sequía que afectaba amplias zonas y que hacía pensar en una cosecha reducida. Además, tras un invierno relativamente suave, el los primeros días de abril hubo una fuerte helada que afectó sobre todo a Rioja y Navarra, cuyos viñedos se recuperaron mal por culpa de la sequía. “En Rioja Alavesa y Rioja Alta ha habido producciones de mil kilos de uva por héctarea –dice Francisco Hurtado de Amézaga, director técnico de Marqués de Riscal–, lo que en circunstancias normales sería una catástrofe; sin embargo, este año tenemos que alegrarnos de ello porque, tal como vino el verano, en producciones de más de 5.000 kilos no habría madurado la uva”.
La clave está en la selección
Y es que fue un verano bastante frío, sobre todo en agosto, lo que frenó el proceso de maduración y a principios de septiembre el viñedo ofrecía muy poco azúcar y poco color. Además, comenzó a llover y hubo principios de botrytis, que se corto a mediados de septiembre. Luego hubo lluvia abundante hasta la vendimia, que se tuvo que hacer de forma intermitente y mirando al cielo. Finalmente, una cierta bonanza enderezó en parte la calidad final, pero imponiendo un trabajo serio de selección de uva en la viña y en la bodega. Este año se ha rentabilizado la inversión en las mesas de selección de uva de las bodegas, aunque gran parte de la peor uva ya se quedó en el viñedo.
Tras esa selección, algunos encuentran una calidad comparable a la del 2001. José Gallego, enólogo de La Rioja Alta, tiene unos tintos “más equilibrados que los del 2001, con parecidos niveles de alcohol y un pH más bajo. En las viñas más afectadas por podredumbre habrá volátil más alta y caída de color en la fermentación maloláctica. En nuestro caso pienso que tendremos que desechar vinos, pero que el 80 por ciento es de buena calidad, con algunos, como los de las viñas de Páganos (Rioja Alavesa), de calidad excelente”.
La vecina Navarra vivió un año similar al riojano. Fernando Chivite, de Bodegas Julián Chivite, piensa que “no hay muchas cosas buenas que decir. ¿No prefieres que te hable del 2001? En años como el 2002 los enólogos pensamos que es la peor cosecha. Hemos tenido un poco de todo lo malo: helada, enorme sequía, con un estrés severo en la planta, luego demasiada agua. En Navarra hubo récord de baja insolación en julio y agosto y eso trajo problemas de cuajado y una reducción importante de cosecha. Ha sido un año para buscar la fecha de vendimia en cada viña y en cada parcela, para catar muchas uvas y seleccionar mucho en viña y en bodega, separar mucho y elaborar cada partida por separado. El año pasado era para disfrutar y este año es para cuidar los vinos”.
Buen año de cavas
Como nunca llueve a gusto de todos, y en este caso es ajustada la sentencia, en Cataluña no parecen muy disgustados. Juan José de Castro, director técnico de Codorníu, piensa que “este año ha llovido al gusto de los micólogos: es un año magnífico de setas. Lo bueno es que esa lluvia recupera el déficit hídrico acumulado y eso se va a notar en las cosechas próximas. En la zona del Penedés la más afectada ha sido la uva Macabeo y muchas parcelas de esa variedad ni siquiera se han vendimiado. La Xarel•lo, que es más rústica, con la piel más dura y ciclo más tardío, ha dado vinos muy equilibrados. La Parellada ha estado corta de azúcar pero sana. En conjunto no es la peor cosecha que he conocido, con vinos más afrutados de lo que yo esperaba. Creo que será un buenaño para cavas”.
Tambiénj parece que será buen año de vinos blancos, sobre todo en algunas variedades de uva, las más rústicas y de piel más dura, mientras que otras, en especial Macabeo o Viura, han acusado los efectos de la lluvia. En Galicia ha habido un notable descenso en la producción (el año pasado fue bastante generoso), cifrado en torno al 20 o 25 por ciento, pero se detecta satisfacción en la calidad. En Rías Baixas parece que se recuperará un perfil más tradicional, con vinos aromáticos y con más cuerpo que los del 2001, que se revelaron un tanto parcos en la nariz.
En Rueda también hubo complicaciones climatológicas, que afectaron sobre todo a la variedad Viura, y se han elaborado buenos vinos de Sauvignon y Verdejo, pero conla condición de que se haya realizado un seguimiento estrecho parcela a parcela. Sin embargo, no es la calidad el problema de la zona castellana en esta campaña sino la cantidad. Otra vez Rueda es deficitaria y se calcula que el precio de la uva podría subir entre un 40 y un 50 por ciento.
Si en Rueda falta vino, en Ribera del Duero va a sobrar. Las ventas están en torno a los 25 millones de botellas al año y la producción de este año ronda los cincuenta millones de kilos de uva (serán unos cuarenta millones de litros de vino), a pesar de que el veinte por ciento de la producción se ha quedado en el campo. Según Javier Ausás, enólogo de Vega Sicilia y Alión, “en la Ribera del Duero es normal que haya dificultades; sólo uno o dos de cada cinco años van completamente bien. Una vez más, es un año para el buen viticultor porque ha habido de todo”. Este año incluso hubo una helada en septiembre que afectó a algunos viñedos de la zona de Roa y Pedrosa y dejó las plantas sin hojas, lo que detuvo de forma irreparable el proceso de maduración. A pesar de todo, Ausás se manifiesta “muy contenso con la calidad, aunque la cantidad ha sido muy reducida: en Vega Sicilia hemos recogido entre 600 y 1.200 gramos de uva por cepa. Además, concentramos el trabajo y recogimos el 90 por ciento de la vendimia en seis días”.
Más larga y también complicada fue la vendimia en la Meseta Sur y en las comarcas levantinas, que vivieron un verano inusualmente frío y lluvioso que ha puesto en serio peligro la maduración de variedades de uva de ciclo largo, como la Monastrell o la Syah. Eso no ha impedido que la cosecha sea ligeramente superior a la del año pasado y que se detecte satisfacción en las bodegas. Tal vez la única excepción sea Utiel-Requena: “aquí hemos tenido todos los problemas de los que se quejan en toda España –comenta Félix Martínez, de Compañía Vinícola del Campo de Requena—y, además, tormentas y granizos que han hecho mucho daño en algunas viñas”.
Año complicado en todas partes pero parece que no llegará a tener la carga negativa de la vendimia del ’97, que aún arrastran en no pocas bodegas e incluso en zonas donde esa cosecha fue excelente, como en algunas de las comarcas catalanas. El 2002 deberá se vigilado de cerca y todo parece apuntar a una gran calidad en las firmas y marcas serias, las que seleccionan y miman la elaboración, y una notable mediocridad en el resto, con poco espacio para el término medio. Nada nuevo en los extremos pero sí en la escasez de esos vinos del término medio.
Fecha publicación:Noviembre de 2002
Medio: TodoVino
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