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Barcelona, 9 de marzo de 2012. MAR. Durante los últimos años, de forma

progresiva y constante, hemos ido viendo surgir una corriente que parece haber

llegado para quedarse entre nosotros. Nos referimos a esas cervezas artesanales

que comenzaron siendo una anécdota y cada vez lo son menos.

A partir de hoy y hasta el próximo domingo se celebra en Barcelona la primera

edición de Barcelona Beer Festival, una cita con visos de consolidarse gracias al

acierto con que ha sido concebida. Más de cien cervezas de una decena de países

pueden degustarse en el claustro del Convento de Sant Agustí, toda una referencia

del gótico arquitectónico barcelonés que ofrece un magnífico escenario a una

bebida que siempre se ha llevado bien con los ambientes monacales.

En cualquier caso, lo más sorprendente de la cita no es su previsión de público; ni

siquiera lo interesante de las conferencias, talleres y degustaciones gastronómicas

programadas, sino el hecho de que entre los productores presentes se contabilicen

más de treinta cervezas artesanas de elaboración catalana, cifra que dista mucho

de ese carácter anecdótico al que nos referíamos antes y comienza a aproximarse

a la condición de pequeña industria alejada, de momento, de los grandes canales

comerciales, aunque en pleno proceso de expansión.

Es en esa capacidad para presentar ante el público barcelonés a tantos pequeños

productores en lo que puede radicar el éxito de Barcelona Beer Festival. El

método para conseguirlo ha sido sencillo, aunque no habitual en otros segmentos

de la industria líquida. En vez de proponer a los cerveceros que alquilaran un stand

propio, lo que habría imposibilitado la participación de muchos de ellos por falta

de recursos y habría dado opción a las multinacionales a fagocitar la idea, se ha

optado por servir todas las cervezas de grifo –en más de treinta grifos- rotando

todas por espacio de tres días en una inmensa barra al estilo de los festivales de

cerveza que se celebran tradicionalmente en el Reino Unido. Todo un acierto.

El lugar: Convento de Sant Agustí. Comerç, 36; Barcelona.