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INFORMACIÓN DEL VINO

Azpilicueta

La marca

Fundada justamente en 1970 en el barrio de bodegas que se ha formado en la salida de Oyón hacia Logroño, El Coto de Rioja es una de las casas destacadas de la llamada generación del setenta de bodegas de Rioja. Una hornada crucial de productores de un estilo de vinos que sería identificado como el auténtico rioja por un amplio segmento de consumidores. Se caracterizaban por la evidente intervención de la crianza en barrica para obtener los aromas especiados característicos y un grato discurrir del vino en la boca. Perfiles comerciales que llevaron el rioja a lo más alto en prestigio y ventas en el mercado español y abrieron un camino importante en los mercados internacionales. El Coto de Rioja y en particular su tinto crianza, El Coto, contribuyeron de forma decisiva en el dibujo de esos vinos de éxito. El Coto salió al mercado en 1975 y fue el causante de que la bodega tuviera que realizar una inversión sólo dos años más tarde para duplicar su capacidad. En 1991 se integró en el grupo Barón de Ley, en una operación sorprendente que se ilustró con la imagen del pez chico que se come al grande y que se explica por el origen de los responsables de Barón de Ley, que formaron parte del grupo fundador de El Coto de Rioja. Ese cambio supuso un nuevo impulso para la bodega, convertida en una pequeña ciudad con más de quince edificios, necesarios para albergar una impresionante unidad de elaboración, varias naves de crianza, con un total de 72.000 barricas, y la logística necesaria para la firma que respalda al tinto crianza más vendido de Rioja, El Coto, y que está presente en más de cincuenta países del mundo. En la trayectoria de la bodega y de la marca 2010 fue un año importante. En ese año se incorporó como responsable el enólogo aragonés Pedro Aibar, creador de los vinos de Viñas del Vero, la firma hegemónica de la DO Somontano, que enseguida llamó a su lado a otro enólogo con experiencia, César Fernández. Aibar es el encargado de actualizar el perfil de los vinos de El Coto de Rioja para adecuarlos a las exigencias actuales del mercado, que prefiere vinos con más cuerpo y mayor carga frutal. No le tembló el pulso para iniciar la puesta al día, necesariamente prudente y pausada, que los trasatlánticos no pueden maniobrar como una fueraborda, que se inició ya en la cosecha ’10 y se consolida en el crianza El Coto ’11, tal vez el mejor de la marca en los últimos años.

La cata



vistaVista: Aspecto clásico de crianza de Rioja, con un color rojo rubí de buena intensidad matizado por tonos teja visibles en el borde, que denotan cierta evolución.


vista Nariz: Franco, muy bien definido, con un estilo muy reconocible de tinto crianza de Rioja pero que se aleja de forma ostensible de los perfiles comerciales clásicos marcados por el dominio total de las sensaciones de crianza. En este caso, los recuerdos especiados (vainilla, apunte de canela) y de coco característicos del roble americano (se ven buenas maderas, ni nuevas, aunque algo de roble nuevo hay y se nota en el toque de madera blanca, ni demasiado viejas) está matizado por finos tonos frutales característicos de Tempranillo: notas de zarzamora, grosella y fresa silvestre, fondo de fruta roja en sazón. El conjunto, bien ensamblado, pone de manifiesto el nuevo estilo pero conserva anclajes en el carácter del tinto riojano.

vista Sabores: Ganó en prestancia con respecto a los tintos El Coto de siempre. Tiene más cuerpo (sin excesos, puede ser definido como de cuerpo medio), que sirve para arropar mejor la viva y fresca acidez, muy bien ensamblada en un conjunto equilibrado.

vista Sensaciones táctiles: Hay sensaciones de cierto volumen, con un centro carnoso, y de notable frescura, gracias a la acidez, perceptible pero sin excesos, muy riojana. Los taninos, de fruta madura, están bien trabajados por la crianza en barrica y dejan sensaciones de cierta solidez y relieve pero sin resultar agresivos. También es moderada la presencia de la madera, sin que aparezcan las características puntas secantes de los vinos demasiado cargados de roble. Conjunto bastante redondo, con nervio.

vista Aromas de boca y posgusto: Reproduce exactamente lo que se percibía en la nariz. No hay interferencias en el bien ensamblado conjunto de aromas frutales y de crianza, con evidente presencia de las sensaciones derivadas de su permanencia en las barricas pero matizadas por los finos rasgos de uva bien madura y sana.

vista Sensación global: Consigue una cierta cuadratura del círculo: no abandona su vocación universal, el perfil de tinto grato prácticamente a todos los paladares, tanto los amantes de los vinos clásicos, que son fieles a lo que se llamó vino fino de Rioja y exigen vinos maduros, como a paladares más actuales, que valoran vinos más enteros y la presencia de los aromas primarios, los que aporta la uva Tempranillo. Es el estilo clásico de Rioja, revindicado por muchos, el de los tintos obtenidos de la sabia fusión de uvas o de vinos procedentes de las tres subzonas de la DOC Rioja: Rioja Alta, Rioja Baja y Rioja Alavesa.

La evolución

No tiene El Coto vocación de vino de guarda, pero tampoco llega a la calle agotado. Está muy cerca de su mejor momento de consumo para los clásicos y en su punto para el perfil actual del consumidor del tinto rioja. A lo largo de 2015 y la primera parte de 2016 redondeará las escasas puntas tánicas y de madera actuales, pero gracias a su buena acidez se mantendrá en un buen momento no menos de tres o cuatro años más.

El servicio

La temperatura perfecta de consumo es de 16ºC, para lo que es recomendable el servicio en unos valores que se consideran habitualmente fríos para vino tinto, un par de grados más baja. En unos pocos minutos en la copa, el vino alcanzará su temperatura idónea, en la que se ensalzan las frescas sensaciones de la fruta, que dominan sobre el alcohol y la madera. No es necesario trasiego para separar residuos sólidos; el vino está perfectamente estabilizado en todos sus componentes y no se detectan precipitados de materia colorante o de sales tartáricas, los cristalillos que se forman en el fondo de las botellas, sobre todo de vinos blancos por la acción del frío, y que no revisten mayor importancia: se disuelven con facilidad por la simple acción de la temperatura de los dedos.

La gastronomía

El Coto hace gala de su vocación de universalidad cuando llega a la mesa. Es buen compañero de una gama muy amplia de platos, prácticamente de todo tipo, aunque algunos no se comportan adecuadamente con él: los demasiado especiados se imponen a sus aromas más sutiles, aunque se defiende bien ante las carnes de texturas gelatinosas gracias a su buena acidez. Es combinación complicada en platos como los callos porque sus aromas y la condimentación liquidan los rasgos frutales, pero la acidez limpia bien la boca de su grasa. Mucho menos conflictivos son los maridajes con elaboraciones menos fuertes, desde los pescados sabrosos, como los platos de bacalao (brandada, pil pil, incluso vizcaína) o los de la familia de los atunes, hasta los asados castellanos. Acompaña bien a todo lo intermedio: las carnes de cerdo ibérico a la plancha, las parrilladas (excelente con chuletillas, algo menos con chacinas), las aves de corral, la pasta en casi todas sus versiones (de nuevo las muy especiadas, como alla puttanesca, son menos recomendables), las carnes frías, la mayor parte de los arroces, las legumbres si no son muy fuertes (le va fatal el carácter ahumado de una fabada), pizzas y empanadas y algunos platos complicados, como las hortalizas (mejor a la brasa, pero también asadas, como los pimientos rellenos). Los quesos de leche de oveja (idiazábal, manchego, toresano) o de mezcla no demasiado viejos son los que le van mejor pero no le pierde la cara a otros, como los gallegos de leche de vaca o, en el maridaje regional, los de la sierra de Cameros, en los que es protagonista la leche de cabra.