Hace poco vi la luz. Fue gracias a Álvaro Marino Pérez de Roda, propietario de la bodega Palacio de Muruzábal y presidente del Consejo Regulador de la D.O. Navarra. Me reprochaba haber escrito que algunos presidentes de consejos reguladores hacen cualquier cosa con tal de conservar su poltrona. No recuerdo haber escrito exactamente esas palabras, aunque es posible, ya que en esencia es lo que pienso. No quiere decir eso que a los presidentes les mueva algo tan prosaico como un sueldo a fin de mes. De hecho, que yo sepa, sólo hay uno que sea profesional, es decir, que cobre un sueldo por el desempeño de su función; es el presidente de la D.O.C. Rioja, Ángel Jaime Baró, y no creo que sus equilibrios se deban a la conservación del sueldo.
En las sesenta presidencias de denominaciones de origen hay casi otras tantas historias que incluyen muchas posibilidades. Hay, sin duda, muchos que están o creen sinceramente estar por afán de servicio, por ayudar a su tierra a través del impulso de la actividad vitivinícola. En otros casos, son representantes de alguno de los tres sectores que integran los consejos reguladores: viticultores, cooperativas y bodegas privadas; los dos primeros en la práctica son los mismos, porque los viticultores dominan las cooperativas; las bodegas privadas sólo tocan bola cuando los sindicatos agrarios, que son los que encauzan la representación de los viticultores, quedan en empate. O cuando una bodega o un grupo de bodegas tienen tal poder de compra (de uvas o de vinos) que pueden llegar a manejar los votos de los otros dos sectores.
Los hay que son funcionarios, destinados por sus comunidades autónomas a ese cargo en algunas ocasiones con el intento de poner paz en ambientes cargados y en otras porque la división de opiniones dentro de alguna de las denominaciones de origen aconseja un gestor equidistante y no hay presupuesto para pagar a un gerente profesional. En algunos casos, accedieron al puesto para sacar adelante algún proyecto (en ocasiones la propia puesta en marcha de la denominación de origen) y se convirtieron en indiscutibles, sucediéndose a sí mismos de grado o en ocasiones un tanto forzados.
No faltan, sin duda, los interesados. No sólo los que están allí colocados en representación de un sindicato o de una asociación de bodegas, sino también los que buscan el medro personal. Eso se consigue de muchas formas, entre ellas aprovechando el puesto para promocionar la bodega propia (hay casos en que ocurre todo lo contrario y dejan a sus propios vinos en aséptica autoexclusión de todo lo que pueda ser interpretado como uso del puesto en provecho propio). Y no faltan incluso motivos políticos: algunos han sido aupados en función de su adscripción ideológica y no ha faltado quien ha pretendido usar un puesto tan vistoso para medrar en la política.
Faltaba algo con lo que no se contaba y que creíamos un tanto caduco: la fuerza de la sangre, la tradición familiar manejando de forma directa o indirecta los destinos de una región o de una comarca. En una palabra, el caciquismo de toda la vida al que creíamos recluido en la caverna pero que de vez en cuando asoma las orejas. Álvaro Marino Pérez de Rada confesó públicamente que sólo le movía el deseo de mandar; dijo pertenecer a una de las doce familias que fundaron el viejo Reino de Navarra, que su familia ha mandado toda la vida y que a él le mueve el deseo de seguir mandando. Me acusó directamente de ser falaz al afirmar que algunos presidentes de consejos reguladores hacen virguerías para conservar la poltrona para luego confesar, en el calor de la batalla, que lo que pretende es seguir mandando como mandó su familia toda la historia. Para ello hará todo lo que esté en su mano, utilizará los resortes que pueda y permanecerá en su puesto mientras la democracia orgánica de los consejos reguladores se lo permita.
Que cada uno juzgue, pero no parece idea de ahora aquello del mando recibido directamente del cielo, de la sangre, de la tradición o de esos poderes fácticos que no pueden tener lugar en una organización moderna. El problema es que tal vez los consejos reguladores no sean organizaciones modernas.
Fecha publicación:Noviembre de 2002
Medio: El Trasnocho del Proensa
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