Fecha publicación:Diciembre de 2002
Medio: TodoVino
En un anticipo de la inauguración oficial, que tendrá lugar probablemente la próxima primavera, la familia Martínez Bujanda presentó en noviembre a la prensa especializada su nueva bodega: Finca Antigua, en la D.O. La Mancha. Es el más reciente de una serie de proyectos que firmas vinícolas procedentes de Rioja han puesto en marcha en Castilla-La Mancha.
Los propietarios de los vinos Conde de Valdermar y Finca Valpiedra compraron en 1999 la finca que sustentó a la firma Cueva del Granero, uno de los más ambiciosos proyectos de vinos de calidad que actuaron en la D.O. La Mancha en el paso de los ochenta a los noventa. No cuajaron los Cueva del Granero, del mismo modo que no lo hicieron los Don Fadrique, bodega adquirida por el Grupo Faustino, ni algunos otros que chocaron contra el muro de imagen de La Mancha, anclada en las gamas populares y en ese terreno movedizo de la relación calidad-precio.
En los últimos tiempos la región vive un momento de notable auge. Se han unido varios factores, algunos de ellos hoy no muy vigentes, entre ellos la subida de precios de los vinos en otras zonas y el buen momento comercial que vivió el vino en los años del cambio de siglo. A ellos hay que unir otros más estables, como el decidido apoyo de la Unión Europea y de la Administración regional de Castilla-La Mancha a la renovación del viñedo o las buenas condiciones que ofrece la región para producir vinos de alta calidad en grandes cantidades y a precios asequibles.
En el punto de mira
Hace muy poco tiempo, Castilla-La Mancha estaba en el punto de mira de las grandes potencias vinícolas españolas. Algunas ya están instaladas en la región desde hace mucho, como Bodegas y Bebidas, propietaria de Casa de la Viña (Valdepeñas) y de una gran bodega en Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Otras se encuentran entre las grandes productoras y comercializadoras de España siendo manchegas, caso de Vinícola de Castilla, el grupo Solís, Cosecheros Abastecedores, Bodegas Ayuso y otros, como la familia Cantarero, menos conocidos por dedicarse al comercio de graneles.
Cuando, en la segunda mitad de los noventa, se produjo el gran tirón de la venta de vino tinto, de moda en el mundo gracias a sus buenas prestaciones en la prevención de ciertas enfermedades, el vino se convirtió en un bien escaso en todo el mundo. Los grupos vinícolas más importantes, los que tienen una gran presencia en los mercados internacionales, vieron la necesidad de entrar en la lucha con vinos competitivos en calidad y precio ante la llegada de las crecientes producciones de los nuevos mundos vinícolas.
La despensa vinícola natural en España está en la Meseta Sur. Cuenta con todas las condiciones excepto una: la escasez de uva tinta. Es zona llana, lo que permite la mecanización de las labores de cultivo y vendimia. Tiene suelos sueltos, sanos y pobres, de clara vocación vitícola. Aunque es una zona meridional, compensa su latitud con una altitud que supera los 600 metros sobre el mar y en algunas áreas ronda los 900 y hasta los 1.000; en consecuencia, su clima es adecuado para la obtención de vinos de alta calidad, con un carácter continental, bien marcadas las estaciones y contraste térmico importante entre el día y la noche, factor considerado favorable para la producción de aromas. La escasez de lluvias se compensa con unos abundantes acuíferos subterráneos que verían aliviada con el viñedo la presión que hoy sufren con los cultivos de cereales, que consumen una cantidad de agua incomparablemente mayor.
Calidad conocida por los grandes
Todo eso y el indudable potencial de la región para producir vinos de alta calidad era bien conocido por algunos de esos grandes grupos, que viajaban con frecuencia a las grandes bodegas y cooperativas manchegas a abastecerse de graneles para sus vinos de mesa. Castilla-La Mancha es una de las grandes nodrizas de graneles para la producción de alcohol (las grandes casas de Jerez cuentan con destilerías aquí) y para los vinos de mesa que algunos grupos embotellan fuera de la región.
Entre ellos estaban los Martínez Bujanda, propietarios de Cosecheros y Criadores; el grupo Faustino Martínez, también de Oyón, que cuenta con su filial de vinos de mesa, Bodegas Vitorianas; el grupo Arco, con un importante segmento de vinos de mesa que va adquiriendo dimensiones de enormidad en los últimos años; Bodegas Olarra o los jerezanos Osborne y González Byass, que cuentan también con bodegas en Rioja.
Todos ellos y algunos otros han terminado por instalarse en una zona que poco a poco va revelando su gran potencial. Bodegas Martínez Bujanda compró Cueva del Granero, el grupo Faustino hizo lo propio con la firma Julián Santos Aguado y Cía., en Quintanar de la Orden (Toledo), con casi 500 hectáreas de viña en la finca Los Trenzones. Osborne ha puesto en marcha su filial Osborne Malpica, muy cerca de la bodega del marqués de Griñón, donde ha plantado casi 400 hectáreas de viñedo en un proyecto que supera los 50 millones de euros y que se inauguró en junio. Bodegas Olarra planta 100 hectáreas de viña en el norte de Toledo, en Yepes, para su filial Bodegas y Viñedos Casa del Valle. Finalmente, González Byass se instala también en la zona después de comercializar vinos manchegos con marca propia durante los últimos dos o tres años.
A ellos hay que sumar las nuevas singladuras emprendidas por gentes como Alejandro Fernández, que triunfa con su tinto El Vínculo, uno de los vinos más buscados en los últimos meses. O la de José García Carrión, también con bodega en Rioja, que tiene dos vertientes: de una parte, traslada su división de vinos de mesa desde Jumilla hasta Daimiel (Ciudad Real); de otra, ha puesto en marcha una nueva bodega en Valdepeñas, con una inversión de más de 10 millones de euros.
Enólogos de ida y vuelta
Además de la instalación de grandes grupos, hay que contemplar el regreso a su patria chica de algunos de los enólogos manchegos que trabajan en bodegas de Rioja. Es el caso de Miguel Ángel de Gregorio, propietario de Finca Allende, que va a sacar en marzo su primer tinto manchego, elaborado en pleno Campo de Calatrava, concretamente en su pueblo natal, Almodóar del Campo. El vino no tiene aún nombre pero se trabaja con el nombre del padre del autor, Nicolás de Gregorio, que fue durante décadas responsable de viñas de Marqués de Murrieta y ahora está concentrado en las viñas de su pueblo.
Otro enólogo del retorno es el toledano Gonzalo Rodríguez, director técnico de Barón de Ley y auténtico enólogo volante. Forma, junto con su esposa, Margarita Madrigal, y la enóloga alemana Alejandra Schmedes, el colectivo Más Que Vinos, un equipo muy activo que asesora bodegas como Fernando Remírez de Ganuza, Bodegas Alegre, Castillo de Sajazarra, Bodega y Viñedos Solabal, Viñedos y Bodegas de la Marquesa y otras. En Dos Barrios (Toledo) pusieron en marcha sus tintos Ercavio, presentados en sociedad a finales de 2000 y que cuentan con un magnífico Ercavio Roble ’01 recién llegado a los comercios.
No hay duda sobre las intenciones de algunos de esos proyectos de situarse para competir en las gamas populares de precios aprovechando el potencial productivo de la zona. Será sin duda un factor importante para convertir a Castilla-La Mancha, de acuerdo con los vaticinios de muchos (y no sólo los políticos de la región) en la gran zona vinícola de futuro en Europa.
Una elite de calidad
Sin embargo, para andar ese camino será necesario contar, como ocurre en todas las grandes zonas del mundo, con una elite de vinos de alta calidad que sirva de escaparate y locomotora en cuanto a imagen del conjunto de vinos de la zona. El fenómeno de El Vínculo es un síntoma de lo que ya existe en la región. Es uno de los mejores vinos de Castilla-La Mancha, pero no es cierto que, como ha manifestado algún destacado político local, el genial bodeguero de Pesquera haya enseñado a los manchegos cómo se hace un gran tinto. Ahí estaban ya los vinos del marqués de Griñón, los Dehesa del Carrizal, los de Vinícola de Castilla (destaca su nuevo Guadianeja Reserva Especial), los Casa Gualda, fruto de una cooperativa ejemplar, o los de la emergente Bodegas Fontana, con su Quercus (vino de mesa) o su Gran Fontal (D.O. La Mancha).
A ese grupo se quiere unir la familia Martínez Bujanda con sus tintos Finca Antigua, que se presentaron en primicia al mismo tiempo que se mostraba la espectacular nueva bodega construida en plena naturaleza. Una construcción que une mérito arquitectónico con funcionalidad (a veces se olvida que las bodegas son edificios industriales), situada en el centro de una hacienda de casi mil hectáreas de extensión en la que el monte bajo salvaje clásico de la zona deja sitio a 283 hectáreas de viñedo, a las que se unirán en el futuro otras 163, todo de variedades tintas: Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Merlot y Syrah.
Según manifestó Jesús Martínez Bujanda, no buscan con Finca Antigua un sustituto de los vinos de Rioja cuando suben los precios, ni tampoco un vino barato; para esa lucha ya tienen los vinos de mesa de Cosecheros y Criadores. Cuando decidieron explorar la zona descartaron fincas muy productivas y buscaron calidad. Encontraron esta finca, situada a más de 800 metros de altitud y sólo decidieron comprar cuando les satisfizo un ensayo realizado a pocos kilómetros con medio millón de kilos de uva cosechada en Finca Antigua.
De ese “ensayo” es uno de los tres tintos que van a salir al mercado en los primeros días de enero, un crianza de la cosecha 2000 que se va a situar a un precio cercano al del crianza riojano de la familia, el Conde de Valdemar, es decir, en torno a los 7 euros. Una muestra de los ambiciosos objetivos que se persiguen en esta nueva bodega. Elaborado con Tempranillo (65%), Cabernet Sauvignon (25%) y Merlot (10%) y con 14 meses de crianza en barricas nuevas de roble americano y francés, es un tinto con nervio y vitalidad, de mediana estructura y notable finura, que constituye un prometedor punto de partida para la bodega y llega acompañado de dos sugestivos varietales de Cabernet Sauvignon y Tempranillo de la cosecha 2001 con seis meses de bien asimilada barrica.
Tanto la cosecha 2001 como la reciente de 2002 han dado grandes alegrías al equipo enológico que dirigen Jesús Martínez Bujanda y Gonzalo Ortiz y que cuenta a pie de bodega con Lauren Roselló, enólogo que procede de la bodega de Manuel Manzaneque. Tienen materia prima para convertir en poco tiempo a Finca Antigua uno de los puntos de referencia de los vinos de calidad en La Mancha.
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