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INFORMACIÓN DEL VINO

Azpilicueta

La marca

Hace referencia a la Colegiata, el monumento más representativo de la ciudad de Toro junto con el verraco de piedra situado junto a una de las puertas de la ciudad. Es la marca elegida para sus vinos de la DO Toro por Manuel Fariña, propietario de la bodega y una de las figuras clave en la historia y en la renovación de la DO Toro como zona productora de vinos de calidad. Manuel Fariña fue el principal impulsor de la calificación de Toro como denominación de origen y el primer presidente de su consejo regulador, pero no es oriundo de Toro. Nació en Porto, localidad zamorana situada en la zona montañosa cercana a la frontera provincial con Galicia, pero se trasladó siendo niño a Casaseca de las Chanas, muy cerca de Toro pero en la comarca de Tierra del Vino, cuando su padre puso en marcha allí la bodega, en 1942. Fundada como Bodegas Porto, se dedicó a la producción y comercialización de vinos a granel y en garrafas por toda la comarca hasta que en los años sesenta se hizo cargo de la empresa familiar Manuel Fariña, una vez finalizados sus estudios de enología. Aplicó una nueva filosofía de trabajo, con atención a los vinos de calidad y a los embotellados y con exploración de todas las zonas productoras de Zamora, la de Tierra del Vino, donde está la bodega, la vieja comarca de Fermoselle, hoy integrada en la DO Arribes, y, naturalmente, la histórica de Toro. Muy cerca de la ciudad construyó nueva bodega en 1987, justo cuando Toro había sido calificada como denominación de origen con Fariña como principal impulsor. Era una época difícil y, a pesar de esa calificación, cerraron bodegas y la DO Toro quedó reducida a la mínima expresión, con las dos cooperativas, Bodegas Fariña, otra bodega embotelladora y los primeros y modestos pasos de una quinta firma. Estaba lejos la etapa de esplendor de la zona, cuando llegaron prestigiosos nombres del vino de otras procedencias e impulsaron el nombre de Toro hacia los territorios del vino de calidad y prestigio. Fariña realizó esa travesía del desierto mientras atesoraba viñedo, más de 300 hectáreas en la actualidad, y buscaba el camino de la frescura y la finura para sus vinos, en una lucha contra el grado alcohólico y la característica rusticidad que ha marcado el carácter de Toro. Para sus vinos de Toro creó en los años setenta la marca Colegiata, que incluía la característica silueta de la Colegiata de Santa María la Mayor, joya del románico construida a partir del siglo XII cerca del centro urbano y con la vega de Toro a sus pies. Gran Colegiata nació en los noventa para distinguir los vinos de crianza del tinto joven y del tinto roble. Ahora es la marca de la gama principal de la casa, con un fresco rosado, un tinto roble, el crianza y Gran Colegiata Campus, tinto de selección que es la cumbre de la familia de vinos de Manuel Fariña y de su hijo menor, el joven Manuel Fariña, que una vez finalizados sus estudios de enología se ha hecho cargo de la dirección técnica de la firma.

La cata



vistaVista: Escasamente evolucionado. Color rojo rubí de notable intensidad, con seno rojo cereza y matices teja apenas apuntados en el borde.


vista Nariz: Franco y directo, bien definido, ensamblado y bien expuesto. Predominan las sensaciones de uvas bien maduras, con recuerdos de frutas rojas y bien engarzadas notas de crianza que no oculta sino que, por el contrario, parecen ensalzar los tonos frutales; hay recuerdos especiados y notas balsámicas procedentes tanto de la crianza (maderas finas, piñones) como de la fruta (monte bajo, hierbas aromáticas) en un conjunto enriquecido con la clásica mineralidad de la zona (tierra fresca, arcilla) y un toque de tinta propio de un buen Tempranillo, en este caso en su versión local, la Tinta de Toro.

vista Sabores: El trago amable y la búsqueda de la frescura en una zona con una vocación contraria han sido la obsesión de toda la vida de Manuel Fariña. Objetivo cumplido en sus Gran Colegiata. El crianza ’09 es sabroso, equilibrado, con una buen acidez y un fino toquecito amargo de salida que transmite sensación de frescura y contribuye a alargar la presencia del vino en la boca.

vista Sensaciones táctiles: No es especialmente corpóreo ni alcohólico, lo que le aleja del perfil clásico de los tintos de Toro, pastoso y cálidos, incluso ardientes a veces. En este caso la búsqueda de la frescura, en la que participan acciones como el adelanto de la vendimia, no se ha traducido en sensaciones de verdor o en duros taninos vegetales; hay madurez y esa estructura tánica proporciona sensación de consistencia pero sin puntas agresivas. Tiene relieve sin ser rústico y con el alcohol muy bien compensado.

vista Aromas de boca y posgusto: Expresivo y sugestivo en los aromas de boca, donde tienen mayor protagonismo los finos aromas especiados de crianza pero sin ocultar los recuerdos frutales ni los minerales; mantiene rasgos minerales, más moderados que en la nariz, y asoman finas notas de flores azules.

vista Sensación global: Bien desarrollado, bien ensamblado y con un conseguido equilibrio. Es un tinto de Toro bien reconocible en rasgos como la fruta madura y el carácter mineral, pero alejado del perfil más tópico gracias a su equilibrio, sobre todo en lo que toca al contenido alcohólico. Perfil de tinto moderno y serio, de amplio espectro pero no entregado a los rasgos vulgares de los tintos más comerciales.

La evolución

Bastante maduro, tal vez en su mejor momento de consumo, cuando está pleno en el engarce de los componentes frutales y de crianza sin que se vislumbren síntomas de oxidación ni de evolución negativa. Da la impresión de que se mantendrá en esas buenas condiciones durante al menos dos o tres años más antes de iniciar su declive.

El servicio

La temperatura idónea de servicio es de unos 14-15ºC; tras unos pocos minutos en la copa alcanzará los 16-17ºC, que es cuando despliega mejor su atractiva gama de matices aromáticos y cuando resulta más grato en el paso de boca. Comviene evitar que sobrepaso los 18ºC; a temperaturas más altas se deja ver el alcohol y se solapa la fruta. No es necesaria oxigenación previa ni trasiego (no hay por el momento restos sólidos) y tampoco evoluciona de forma ostensible con la aireación en la copa.

La gastronomía

Tinto de amplio espectro, buen compañero de una gama amplia de platos. Por una vez y sin que sirva de precedente, se puede aplicar el arriesgado maridaje regional: va bien con platos de la zona, como el arroz a la zamorana o las crestas de gallo, con toda la gama de asados castellanos y con la caza menor, así como con el queso zamorano, sobre todo el de mediana curación; no va bien con productos de la vega, como los famosos espárragos, las alcachofas y demás, pero con ellos no va bien prácticamente ningún vino. Es también buen compañero de parrilladas (con cordero, con ternera y con cerdo, con aves de corral y con hortalizas, como los pimientos y también los tomates braseados), de legumbres, aves de corral (capón relleno) y guisos (ternera con setas o con verduras, pastel de carne, cuchifrito, pepitoria) y de pasta con carne. Las empanadas de carne (mejor si son de hojaldre que de pan y mejor si llevan poca cebolla, que aporta un dulzor distorsionador), pizzas, bollos preñaos y similares no plantean ningún problema, más bien al contrario. En quesos, el mencionado zamorano y otros de la familia de la leche de oveja o de mezcla, como el manchego o el idiazábal.