BlaBla3Floral 2013anima-de-Raimat2012El empleo de un adjetivo para referirte a algo o alguien tiene una importante carga de subjetividad que se multiplica por infinito cuando de calificar vinos se trata. Comienzo por recordar esto para añadir, además, que asociar con cosas ciertos adjetivos propios de personas tal vez tampoco sea lo más correcto, pero no es menos cierto que ayuda mucho a la comprensión el utilizar términos calificativos de sobra conocidos por todos porque facilita que nos hagamos entender.
Compartiendo un almuerzo con un colega de profesión, durante la presentación del nuevo proyecto vinícola de Agustí Torelló (AT Roca), se nos sirvió un vino que ambos, tras catarlo, coincidimos en considerarlo un ‘vino simpático’. Aquella etiqueta era Floral 2013, un blanco con un 75% de macabeo que completan con 20% de malvasía de Sitges y 5% de moscatel de Alejandría. La coincidencia nos hizo reír para después dedicar unos minutos a la definición que ambos habíamos empleado. Fue entonces cuando intentamos identificar lo que suponía para nosotros calificar así un vino, además de asegurarle que en alguna de mis próximas entregas escribiría sobre esto.
Reparando en ese ‘simpático’ los dos hablábamos de un vino sin pretensiones pero correcto, apetecible, que no roba protagonismo en la mesa pero que te apetece compartir y seguir bebiendo. Incluso podríamos hablar de un buen acompañante, el que está cuando se le necesita pero sin hacer ruido, solo sabe estar… y para eso no vale cualquier. Un vino simpático podemos decir de ese que, tras un primer trago, te dibuja una sonrisa de satisfacción, buenas sensaciones, sin necesidad de grandes discursos enológicos. Es más, ¿podemos decir que hay vinos que generan buen rollo?

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muacFOTO BOTELLA ANGEL 2013

Lo reconozco, es un tema más que subjetivo porque el estado de ánimo de cada consumidor es fundamental a la hora de confeccionar la selección propia; es más, variaría, seguro, dependiendo del momento, del lugar, de la compañía, de la edad, de las experiencias… Sin olvidar tampoco que considerarlo simpático puede estar muy condicionado por la imagen elegida por el elaborador. No tengo duda respecto a que la etiqueta también nos predispone, ya seamos profesionales o neófitos, en mayor o menor medida pero influyen.
Dejar claro que en absoluto hablo de las grandes referencias o marcas por todos conocidas, sino de vinos que se presentan ante nosotros, sin previa carta de recomendación, y que, una vez probados, seguimos bebiendo porque nos resultan ricos. Creo que no requiere más explicación más allá de insistir en lo subjetivo de la consideración, y es a partir de esa subjetividad que elaboro mi lista de ‘simpáticos’ de entre las más recientes novedades aparecidas en el mercado. Y ahí está el joven rosado Aurora d’Espiells de Juvé & Camps (pinot noir y xarel.lo), de marcadas notas de frutas rojas, toques florales y equilibrada acidez. El tinto Muac 2011 (callet, manto negro y cabernet sauvignon) y el blanco Bla, bla, bla 2012 (premsal) de Terra de Falanis, reflejo del clima, paisaje y variedades mallorquinas. El primero goloso, frutal, fresco, equilibrado, fácil de beber; mientras el blanco resulta expresivo, con notas florales y de frutas blancas pero donde no falta el toque cítrico que le da frescura. Está Ángel de Larraínzar 2013 (60% tempranillo, 25% merlot, 15% cabernet sauvignon), un vino con el que Pago de Larraínzar, en Navarra, celebra su décima vendimia al tiempo que es un homenaje al bisabuelo de la familia, Ángel de Larraínzar, quien plantaría el primer viñedo en la propiedad. Un vino sabroso, con aromas compotados, de fruta negra, equilibrado en boca y de cierta golosidad. Recupero Floral 2013, que mencionaba al principio, amable, aromático, fresco (marcadas notas cítricas), floral, de trago fácil y fino. Y otra de las novedades, para mí simpáticas, es Ánima de Raimat 2012, en su versión tinta (cabernet sauvignon, tempranillo y syrah), procedente de Costers del Segre, en el que destacan fruta negra, recuerdos de aceituna, notas balsámicas y aromas de cacao que se mantienen en la boca, potente y de buena estructura.


Tan solo una escueta selección de etiquetas que formarían parte, en este instante, de mi relación de vinos simpáticos. Aunque tal vez, o seguramente, en otro momento serían otras bien distintas. Da igual, la única pretensión con esto es animar el debate sobre ese posible calificativo de un vino (y su significado), además de manifestar una absoluta predisposición a tener en consideración, y probar, esas referencias que consideréis simpáticas desde vuestro punto de vista. ¡Dicho queda!