Varietales de uvas autóctonas o de nueva implantación, vinos de selección, nuevas bodegas, nuevos tipos y nuevas marcas. Prácticamente sin solución de continuidad, el mercado se enriquece con la aparición de numerosos nuevos vinos. Hemos seleccionado los más destacados nuevos tintos aparecidos durante el año que termina y hemos reunido a sus autores para hablar de un futuro que ya está aquí.

Los catorce vinos que han participado en esta cata son una buen representación de los nuevos caminos que toma el vino español y, al mismo tiempo, constituyen un buen retrato del estado actual de cosas en las diferentes zonas. Las dos zonas más prestigiosas y de mayor actividad comercial de panorama de los tintos españoles, Rioja y Ribera del Duero, que son las que cuentan con mayor número de bodegas (más de seiscientas embotelladoras entre las dos) aportaron cinco marcas. El resto se repartieron entre nueve zonas diferentes, incluidos dos vinos sin denominación de origen.

Un somero análisis de los vinos, las opiniones de sus autores y del resto de los invitados (contamos con colegas de peso, como Enrique Calduch y Bartolomñe Sánchez, además de Jaime Bermúdez, técnico del club de vinos Vinoselección) y la propia cata de los catorce vinos ponen en entredicho algunos axiomas que se han establecido en los últimos tiempos en torno a los vinos. Conceptos como la revolución del vino español, el ocaso de las variedades francesas, la superación de la burocracia de los consejos reguladores o el retroceso de los vinos vigorosos a favor de otros de trago más largo, fueron matizados durante la celebración de este encuentro.

Los catorce vinos suponen otras tantas propuestas, algunas convergentes y otras no, que demuestran que, afortunadamente, no hay un único camino de futuro en el mundo del vino. A la sombra de esos catorce grandes tintos aparecidos a lo largo de 2003, quisimos saber la opinión de sus autores sobre el perfil que van a ofrecer los vinos tintos españoles en un futuro cercano. La cuestión es saber si los estilos vanguardistas, fruto de una concepción diferente tanto de cultivo de la vid como de elaboración y crianza, se proyectan en los segmentos de vinos de gran consumo.

Un buen momento
Como señaló Juan Pablo de Simón, propietario de Bodegas y Viñedos de la Marquesa, “el momento del vino es muy bueno; hablo como empresario pero también como consumidor: tenemos más que nunca dónde elegir”. Es indudable el progreso en la calidad de los vinos, que Gonzalo Rodríguez, asesor de varias bodegas y copropietario de Más Que Vinos, atribuye a un cambio en la mentalidad de las bodegas y de los enólogos: “antes, a los enólogos de Rioja los llamaban ‘brujo’, ‘mago’ y cosas por el estilo; sólo arreglaban vinos, no los diseñaban como ahora, a partir de la misma viña”.

Mikel Zeberio, director de Viandar, coincide en que “el autor tiene mucha importancia. Ha habido un cambio extraordinario: incluso algunos de los que están en esta mesa renegaban hace pocos años del estilo de vinos que hoy están haciendo ellos mismos”. Unos vinos que, a pesar de todo, parece que se siguen vendiendo muy bien, tal como ya se afirmó en estas mismas páginas hace unos meses (ver Viandar de enero-febrero), según recordó Miguel Ángel de Gregorio, para quien, sin embargo, no todo son datos positivos: “tengo la sensación de que en este país somos la eterna promesa y no terminamos de despegar. Seguimos siendo casi los mismos; cada vino nuevo interesante parece hecho por los mismos. Posiblemente no somos serios y nos pasamos la vida viendo lo que hace el vecino, perdidos en veleidades y sin terminar de rematar la jugada. El problema que veo es que no hay nadie detrás; si realmente hubiera habido una revolución, aquí seríamos ochenta y no doce. Falta que seamos 400, que cada uno se crea lo que está haciendo y no vaya por los caminos del otro. Yo sigo sin ver la revolución”.

Gonzalo Rodríguez intervino rápidamente para evocar la aparición de vinos de alta gama en todas partes y la eclosión de zonas que era marginales y ahora se dejan ver en todas partes. El problema para algunos es que son vinos que tal vez se separan de la realidad. Para Jaime Bermúdez, técnico de Vinoselección, el mayor club de vinos de España, “llevamos mucha ventaja al consumidor, no sé si el mensaje llega a la gente. Me pregunto si estos vinos rotan en las estanterías, si se venden en los restaurantes. El gran consumo no es de este tipo de vinos”. Ignacio de Miguel incidió en la misma línea: “los vinos que nos gustan son los que no existen en el mercado; suponen una cantidad insignificante. Nos estamos alejando de la realidad y eso tiene peligro, pero hay que señalar que van llegando nuevos consumidores, hay suficientes compradores a los que les divierte este tipo de vino y tienen dinero para comprarlos. Lo cierto es que ahora nos lo compran todo.”

Llegar al gran consumidor
Fernando Remírez de Ganuza, uno de los protagonistas del cambio de tendencia en la vanguardia riojana, intenta sintetizarlo: “es un mundo en dos partes, por un lado el vino de siempre, por otro el que pretendemos vender ahora. Muchos están haciendo esos nuevos vinos por vanidad, para demostrar que son capaces de hacerlo; cambian por emular a otros pero, cuando ven que todos lo pueden hacer, terminan por aburrirse. Cuando la gente descubra esa picaresca, quedarán sólo los mejores.”

Llegar a la gente parece ser el problema. En opinión de Pedro José Martínez, responsable de Bodegas y Viñedos Casa de la Ermita “es fácil concentrar, sangrar y hacer un vino estrella; lo difícil es conectar y hacer un vino que no pase de moda”. Delfí Sanahuja, enólogo de Cavas del Castillo de Perelada, aporta un nuevo ángulo: “Son vinos de impacto; las bodegas y las zonas poco conocidas tienen que hacer vinos de impacto para darse a conocer. Luego, investigan en la elegancia”. Juan Carlos Martínez, enólogo de Bodegas Arzuaga Navarro, insistió en la misma línea: “se está trabajando ya a partir de marcas y no de zonas. Estos vinos hacen marca, pero facturamos y mantenemos las bodegas con los otros. Esto es ideal para tirar del carro pero hay que seguir trabajando con lo demás”.

El resultado son vinos que, como afirmó Ignacio Arzuaga, de la firma anfitriona de la jornada, Bodegas Arzuaga Navarro, “no son representativos del mercado, pero marcan la vanguardia de lo que luego llega al mercado. Son necesarios porque marcan la tendencia. Son de elite, pero las elites siempre van a existir y hay que intentar llevar esos vinos al alcance de mucha gente”. En opinión de Mikel Zeberio “esta no es una mala enfermedad, aunque estemos haciendo algo muy elitista. Hacer este tipo de vinos es necesario y yo espero que nunca se acaben los prototipos, que hacen mucho bien al vino. Todo el mundo está hablando más del vino gracias a estos vinos.”

Jaime Bermúdez mantiene ciertas reservas: “si son vinos que valen como un laboratorio que redunda en la calidad media de una bodega, me parece bien. Si es sólo un alarde para demostrar que se puede hacer un vino de treinta o cincuenta euros, es un ejercicio vano”. Si la cuestión es de volumen, parece que crecen las dificultades, porque, según Gonzalo Rodríguez “cuando elaboras cantidad de vino se supone que hay más posibilidades de calidad porque hay donde elegir, pero en la realidad no es así”. Marcos Eguren, creador de San Vicente, Numanthia, Termanthia y otros vinos que van llegando al mercado, cree que no hay que intentar la cuadratura del círculo: “esto no se puede hacer en gran volumen porque no se podría vender a este precio y perdería el factor de exclusividad; además, son vinos de selección que por su propia naturaleza son de corta tirada y de donde no hay no se puede sacar”.

Los pies en el suelo
La cuestión es cómo se reflejan esos vinos de elite en los segmentos más populares. Miguel Ángel de Gregorio no es optimista: “veo que no se ensancha la base de vinos de calidad, sino que se estiliza; hay buenos vinos en niveles muy altos pero no hay toda la calidad que debería en los segmentos más accesibles”. Enrique Calduch, periodista especializado, piensa, en la misma línea, que el “vino de ahora es completamente distinto de lo que conocíamos, aunque es cierto que se abre la brecha entre las bodegas que saben y las que no saben, no pueden o no quieren”.

Juan Luis Cañas, propietario de Bodegas Luis Cañas, se congratula del dinamismo del estado actual de cosas: “los tiempos cambian sobre todo porque aprendemos. Y estamos aprendiendo que el consumidor no es uno: hay un consumidor marquista que no cambia, un consumidor medio y un consumidor joven, de 30 a 45 años, que es el más interesante, porque es el más plural y el que más sabe; ahora está pidiendo color, potencia y estructura pero también finura”. Pedro José Martínez, en la misma línea, habló de consumidor marquista, “imposible hacerle cambiar su marca”, de precio y de elite, significando este último como el más interesante pero “también el más difícil de fidelizar y que forma esa pequeña elite de consumidores de mente abierta”.

Pedro Aibar, enólogo de Viñas del Vero, es más ambicioso: “más que a la viña hay que salir a la calle para darse cuenta de que el mercado del vino no se acaba en el segmento alto. Parece que sí que hay una tendencia, en línea con lo que conocemos como ‘vino de prescriptor’, es decir, el que gusta a la prensa especializada, pero hay que satisfacer otras expectativas. Nosotros intentamos satisfacer a los clientes de elite y a los que compran botellas de tres euros”.

Un futuro más elegante
Parece claro que, paso a paso, esas nuevas tendencias van modificando algunos hábitos de consumo. En opinión de Enrique Calduch “el futuro, al menos en la elite de las bodegas de vanguardia, pasa por los vinos de golpe de corazón, vinos expresivos y combativos, vinos de selección que sorprendan, a veces incluso a costa de restar unpoco de elegancia. Y llega el momento de trabajar en el campo”. Juan Luis Cañas apunta en la misma dirección: “el futuro lo vemos en el viñedo más que en la bodega; donde más se puede investigar es en el campo”.

Gonzalo Rodríguez quiere “hacer vino para dar placer a mucha gente. Yo miro al cielo, al suelo y a la viña y creo que al final es la naturaleza la que manda: lo que no sacas de la uva al vino en los primeros nueve días ya no lo sacas. Y eso lo da la viña; sacas lo que tiene la viña”. En el mismo sentido se manifestó Pedro José Martínez: “miramos la viña como nunca antes y tenemos unas posibilidades que nunca ha habido. ¿Qué va a permanecer? Quedará la fruta, la elegancia, el equilibrio y la personalidad de zona. Creo que el movimiento de péndulo actual, que nos ha llevado de vinos muy ligero a vinos muy pastosos, se centrará. Hay que trabajar por ahí”.

También Ignacio Arzuaga piensa lo mismo: “vamos hacia tintos con menos concentración , pero se va a mantener el estilo de vino de beber; la gente no quiere vinos de guarda y la tendencia será hacia vinos más jóvenes y con más fruta”. Marcos Eguren, por su parte, es más prudente: “no sé por dónde va el futuro; hay muchas tendencias y el precio será siempre un factor importante. Los vinos de elite tienden a ser potentes pero no agresivos y deberán transmitir personalidad”.

Salustiá Álvarez, desde su doble faceta de gerente de Celler Vall Llach y presidente del Consejo Regulador de la D.O. Priorato, apuesta por “vinos particulares, que nos identifiquen. Hablaría de la elegancia sin olvidar las peculiaridades del terruño. En cuanto al perfil, pienso que el vino tiene que ser algo más que el trago largo”. Pedro Aibar insiste en la competencia (“habrá vinos muy buenos en todas las gamas del mercado”), mientras que Ignacio de Miguel va más lejos: “el vino del futuro será el de la masa; los nuestros quedarán como propuestas.”

Delfí Sanahuja puso un ejemplo gráfico: “Nuestro jefe, Xavier Suqué, nos ha hecho el encargo de hacer vinos de la calidad de Gran Claustro o Finca Malaveïna a precios asequibles. Pienso que la calidad debe ir por delante del precio y van a seguir saliendo al mercado vinos de precio razonable y alta calidad. Por otro lado, creo que hay que seguir investigando, tanto en viticultura como en enología, donde, en contra de lo que creemos, no está todo dicho”. La incógnita de futuro quedó planteada con una frase de Salustiá Álvarez que sonó como una sentencia: “tenemos la obligación de hacer vinos cada vez más diferentes, personales y modernos. Si no somos capaces de añadir modernidad…”

Fecha publicación:Diciembre de 2003
Medio: Viandar