Este año Bodegas Marqués de Murrieta celebra el 150 aniversario de su fundación. Un siglo y medio desde que don Luciano de Murrieta comprobó que sus vinos, que había comenzado a elaborar en 1848 en el centro de Logroño, pasaban la reválida (con perdón) de aguantar el viaje en barco a través del Atlántico. Era la constatación de las bondades de unos sistemas de elaboración y crianza, el “método Mèdoc”, que iban a revolucionar el vino de Rioja y, con él y andando el tiempo, el vino español en general. Don Luciano formaba parte de esa minoría vanguardista que hace un siglo y medio se empeñó en modernizar España. Y que sufrió por ello: Luciano de Murrieta o el marqués de Riscal, como luego el padre de Enrique Forner, creador de Marqués de Cáceres, y tantos otros, pagaron con el exilio sus ideas modernizadoras. A cambio, el exilio tuvo la consecuencia feliz de hacerles más afrancesados, tanto en filosofía de la vida como en lo que se refiere a conceptos vitivinícolas.
Esas técnicas francesas, adelantadas sin éxito por el alavés Manuel Quintano (por cierto, antepasado por línea materna de Francisco Hurtado de Amézaga, descendiente del marqués de Riscal) se generalizaron a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, cuando las sucesivas plagas americanas (mildiu, oídium y filoxera) arrasaron en sucesivas oleadas el viñedo francés. Ante la escasez de vino en su país, los negociantes franceses buscaron fuentes de suministro vinícola en zonas cercanas, en las que impusieron sus formas de hacer. Rioja fue una de las más permeables a las novedades y los ejemplos del marqués de Murrieta y del marqués de Riscal fueron seguidos por otros nombres ilustres, como los Real de Asúa, fundadores de C.V.N.E., el conde de Hervías, antecedente de Bodegas Amezola de la Mora, los antepasados de la familia Aranzábal, que trajeron enólogo galo para fundar La Rioja Alta, Rafael López de Heredia y muchos otros, entre los que no faltaron franceses que se instalaron cerca del Ebro.
Entre todos rompieron en gran manera las tradiciones en la elaboración que lastraban el desarrollo de los vinos de Rioja. Rompían con ello la tipicidad de unos vinos tan poco estables que el Ayuntamiento de Logroño tuvo que dictar un bando por el que se prohibía la circulación por las calles de la capital de caballerías y carruajes herrados “por estar como están muchas bodegas cercanas a las calles desta ciudad y debajo dellas, por andar por ellas carros y carretas herradas es causa de benir a perderse los vinos y asimismo desenpedrarse las calles…”
Las nuevas ideas, que situaron al rioja como vanguardia y ejemplo de los vinos tintos españoles durante más de un siglo, chocarían hoy con la barrera infranqueable de la burocracia paralizante que gobierna la zona. Los Murrieta, Hurtado de Amézaga, Cosme Palacio, López de Heredia y compañía, verían cerradas las puertas de la D.O.C. Rioja por la falta de tipicidad de sus vinos y sus intentos renovadores serían perseguidos implacablemente como lo son hoy los de Gregorio, López de la Calle, San Pedro, Martínez Bujanda y cuantos osan salirse mínimamente del carril establecido.
En la actualidad, el Consejo Regulador de la D.O.C. Rioja parece pretender que los vinos de la zona queden como en una foto fija, detenidos en los parámetros más convencionales de madera y falta de garra que no son otra cosa que hijos de la aplicación abusiva y rutinaria del “método Mèdoc”. Una actitud integrista que lleva al borde del ridículo: se aplaude la loable iniciativa de investigar con la desaparecida variedad blanca Ribadavia, que puede dar vinos desde luego nada típicos, al mismo tiempo que se pretende cerrar el paso a la tinta Cabernet Sauvignon, que ha demostrado su bondad en la propia zona desde hace más de un siglo, cuando fue aclimatada por el marqués de Riscal, y que hoy se esconde bajo el vergonzante eufemismo de “otras variedades” en los folletos y las contraetiquetas de los vinos que la incorporan.
La máxima enunciada desde la presidencia del Consejo Regulador hace unos pocos años de “tipicidad por delante de calidad” sigue vigente y no faltan muestras. El veto a las variedades forasteras es sólo una muestra que se acompaña por la resistencia a cualquier tipo de innovación en el cultivo (aún se aplica el superado parámetro del número de plantas por hectárea) y en la elaboración, o al menos en lo que se refiere a explicarlo: Bodegas Martínez Bujanda tuvo que retirar durante algún tiempo la mención “fermentado en barrica” de su vino blanco y ahora está proscrita en el etiquetado de los vinos cualquier indicación que haga saber al consumidor que está ante lo que ya todo el mundo reconoce como “media crianza”, “semicrianza” o con el apellido “roble” unido a la marca.
No es difícil imaginar la desazón de los burócratas ante los movimientos que, a pesar de las dificultades, se permiten algunos. La renuncia a los supuestos beneficios de las indicaciones “crianza”, “reserva” y “gran reserva” es como un grito de rebeldía. Lo mismo que la investigación con las variedades minoritarias de la zona, que están dando lugar a riojas tan raritos y poco típicos como el varietal de Graciano de Contino (atentos a la llegada de un excelente Contino Graciano ’00) o el extraordinario varietal de Mazuelo con el que Marqués de Murrieta celebra su aniversario.
Merece la pena detenerse en este tinto, des que se han elaborado exclusivamente 3.500 botellas magnum (1,5 litros) porque, sonando a rioja, se aleja del todo de la tipicidad; tiene un concentrado y elegante carácter frutal de vanguardistas aires mediterráneos, es rotundo y vigoroso pero redondo, lleno, expresivo y muy largo. Un gran tinto que sirve también para llamar la atención sobre el proceso de cambio y modernización que ha afrontado la bodega bajo la batuta del joven Vicente Dalmau Cebrián. El tinto Dalmau, en constante progresión, y la actualización del reserva Marqués de Murrieta, bandera de la bodega, no han impedido guardar la tradición de la bodega, refugiada en la marca Castillo Ygay, que ofrece esa poderosa acidez marca de la casa que valoran sus numerosos incondicionales. A lo largo de este año e celebración se darán a conocer algunos nuevo proyectos que, bien dirigidos, pueden hacer que una de las casas fundadoras de Rioja consolide su recién recuperado puesto en la vanguardia. Aunque uno de los precios que está pagando ya es situarse entre las bodegas poco cómodas para el muy conservador “aparato” de la D.O.C. Rioja.
Fecha publicación:Junio de 2002
Medio: El Trasnocho del Proensa
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