Madrid, 20 de diciembre de 2015. MS. – Es la serie 2015 de las edades del Tío Pepe, esto es, la quinta edición de los Finos Palmas, una colección de cuatro finos que representan los diferentes estadios por los que pasa el fino Tío Pepe a medida que va cumpliendo años. Cuatro elaboraciones que muestran hasta donde puede llegar la palomino fino en su envejecimiento, y que sorprenden por lo que ofrecen.
Los Finos Palmas representan como va muriendo la flor de manera natural, y cada uno de estos finos surgen de un momento concreto de ese recorrido, respondiendo a un tiempo de crianza concreto y por ello a una edad. La solera de donde proceden se compone, en una selección previa, de 600 botas, que después se reducen a unas 150 de entre las que saldrán las pocas elegidas para cada vino. En palabras de Antonio Flores, su creador, “estos vinos son sensaciones, emociones, los aromas de mi infancia” (recordemos que nació dentro de las bodegas de Tío Pepe), y añade, “buscamos la perfección pero hemos encontrado la belleza”. Y es que Flores, además de enólogo, es un apasionado ‘poeta’ de los vinos de Jerez. En cualquier caso, cuatro vinos con un común denominador buscado: limpieza, finura y delicadeza de aromas.
Recordar que el número de palmas responde, proporcionalmente, a su grado de vejez, un sistema de calificación que han recuperado en González Byass y que históricamente se usaba para destacar las botas que contenían el vino más puro y delicado.
Una Palma, del que hacen tres mil botellas, su mayor producción, procede de tres botas de entre 145 previamente escogidas. Tiene seis años y muestra un auténtico fino, con su crianza biológica, color dorado, sin clarificar, y aromas de esa flor. Aún no hay notas de madera y se presenta fresco, punzante y con toques salinos.
Dos Palmas, el reto de Antonio Flores, como él mismo apunta, “porque se me quedaba sin personalidad al encontrarse a medio camino entre el anterior y el siguiente”, y por eso satisfecho con el resultado. Para su creador, “un vino de Jerez por derecho, un auténtico fino viejo”. Son 1.500 botellas y tiene una crianza de ocho años. Procede de únicamente dos botas, y mantiene aún la flor aunque en su caso ya de forma más tenue. Aquí sí aparecen ya los aromas de panadería, manzanilla, frutos secos; claras notas oxidativas y salinas.
Tres Palmas son solo mil botellas pues se trata de una única bota. Con un envejecimiento de diez años, el velo de flor es ya muy delgado, se ha roto y mantiene, tan solo, algunas manchas en la superficie, por lo que ya hay contacto del vino con el oxígeno. Es por eso que se trata de un fino amontillado, “un vino entre la vida y la muerte”, añade Flores, y, en conjunto, el mejor de esta colección 2015, a mi modo de ver. Tonalidades ambarinas, muy marcados los frutos secos (almendra amarga), la vainilla, las notas de ebanistería. Elegante, buena frescura y gran cremosidad en la boca. De final largo y salino.
Cuatro Palmas es un amontillado viejísimo, pues aquí la flor ya ha desaparecido, con 51 años, “que demuestra hasta donde es capaz de llegar una palomino fino”, incide su autor. Procede de una única bota (de las seis que envejecen en González Byass desde hace medio siglo) de la que solo embotellan media, lo que se traduce es 500 botellas. Presenta un color caoba, y una nariz amaderada, con recuerdos de barnices. Fino, elegante, carnoso, mantiene una nota punzante, salinidad y ofrece buenos aromas de frutos secos.
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