El concepto de tinto joven ha perdido precisión con el paso del tiempo y la aparición de nuevos estilos de vinos. En principio, era la expresión para el vino del año, el que sale al mercado al año siguiente a su cosecha (a veces, antes de terminar el año de la cosecha) sin pasar por un periodo de crianza. Después llegaron los tinto roble, que durante un tiempo se designaron como media crianza o semicrianza, y ahí empezaron los problemas. Que se agudizaron con los vinos que rechazan las indicaciones de crianza, reserva y gran reserva y salen con precintas genéricas, como las de los vinos del año.
Los tintos que se han bebido toda la vida,
no sólo por los viticultores sino también
por los consumidores urbanos
Admitamos, con todas las reservas, vinos jóvenes como los que salen al año siguiente o dos años después de la cosecha, que es lo que se viene considerando en concursos de calidad homologados. Es un tipo de vino que se impulsó a la estela de aquello de los vinos “jóvenes, frescos y afrutados”, que se repetía como un mantra en los años ochenta del siglo pasado referido sobre todo a los nuevos blancos y rosados surgidos de la renovación tecnológica (el acero inoxidable, control térmico de fermentación y, ¡ay!, levaduras seleccionadas por su poder aromático aunque laminaran los rasgos frutales).
Jóvenes eran los tintos baratos que se han consumido toda la vida, no sólo por los viticultores que los elaboraban y sus vecinos, sino también por la gran masa de consumidores urbanos que los compraban a granel o en botellas de litro. No obstante, se engalanaron con traje de modernidad y allá fueron, sin el brillo comercial de blancos y rosados pero con algún triunfo, como el joven y pequeño tinto francés de Beaujolais, que llega al mercado en noviembre, menos de dos meses después de ser uva colgada de la espaldera.
La maceración carbónica no es otra cosa que
el sistema aplicado toda la vida en zonas como Rioja
El beaujolais es un tinto elaborado mediante maceración carbónica (fermentación de racimos enteros, sin estrujar ni despalillar), que no es otra cosa que el sistema aplicado toda la vida en zonas como Rioja antes de la llegada de la influencia francesa. Y que sobrevivió a esa revolución enológica implantada en las grandes bodegas a finales del siglo XIX.
La maceración carbónica salió de su feudo tradicional de Rioja y se extendió a otras zonas. Convive con lo que paradójicamente se considera elaboración tradicional, es decir, a partir de uvas desgranadas (despalilladas, separadas del escobajo) y estrujadas. En ambos casos se busca resaltar los rasgos peculiares de cada variedad, se persigue la frescura frutal y se emplean las fracciones más ligeras de la vendimia. Sin embargo, hay rasgos peculiares.
El tinto joven suele tener color intenso y vivo, con rasgos azulados o violáceos que se pierde con la crianza (deje secar sobre un papel blanco una gota de tinto joven y otra de crianza o reserva y se verá el salto cromático de la edad). Se sustenta en los aromas de frutas rojas (ciruela, picota), de pequeños frutos silvestres (zarzamora, endrina, grosella, fresa) y a veces florales (flores azules, como lilas o violetas), aunque se admiten ligeros recuerdos de la fermentación.
Los tintos jóvenes suelen ser como los adolescentes,
bien constituidos pero un tanto bruscos en sus formas
No se deben admitir, sin embargo, otros olores, lo que se suele denominar tufos de fermentación, que algunos valoran como naturales. Son naturales porque se producen de forma natural en la fermentación, pero que deben ser limpiados por un sistema tan simple como la oxigenación mediante el trasiego de un recipiente a otro. A pesar de esa sencillez, son frecuentes los olores de compuestos del azufre (sulfuros, sulfhídrico), que recuerdan olores como escoria de carbón, ajos y cebollas pasados, huevos cocidos y, en casos más serios, al de los huevos podridos.
Inadmisible, por más que sea muy frecuente, sobre todo en los tintos de maceración carbónica, que, sin perder su carácter frutal dominante, han de tener un toque mineral característico (carbón de turba).
En la boca los tintos jóvenes suelen ser como los adolescentes, bien constituidos pero un tanto bruscos en sus formas, con cierta rusticidad (puntas vegetales, ligera aspereza) propia de la juventud pero que forma parte de su encanto y se acompaña del dominio de los recuerdos de fruta para un discurrir fresco y grato reforzado con frecuencia por un fino y ligero (si es excesivo se asocia a rasgos vegetales) toque amargo de salida que refresca la sensación y prolonga el final de boca junto con el recuerdo de la uva.
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