Amada y temida al mismo tiempo por las bodegas, la cata de vinos es un arma vital para los consumidores y un factor que está contribuyendo de forma importante en el proceso de mejora de los vinos. La cata parece vivir un momento importante, pero esa es una percepción engañosa. En la actualidad el concepto de cata está siendo manoseado y desvirtuado desde muchos sectores y, con mucha frecuencia, privado de un elemento fundamental: la valoración cualitativa.
Desde algunos ámbitos elaboradores se tiende a despreciar la cata (lógicamente, sólo cuando no es favorable) al mismo tiempo que se utiliza en el etiquetado de los vinos, incluyendo una descripción que suele tener poco que ver con las características de lo que contiene la botella. También se contrata a auténticos vates del vino, que cantan una más o menos lírica descripción del vino a cambio de unos emolumentos. Naturalmente, la objetividad de esa descripción brilla por su ausencia en proporción directa con el brillo de las monedas con que se paga.
En los consejos reguladores de las denominaciones de origen la situación no es mucho mejor. La normativa impone el paso por el comité de cata como requisito para que un vino se comercialice con el sello de cualquier denominación de origen. Lo cierto es que se pasa de puntillas por ese trámite con unos comités de cata que difícilmente osa descalificar un vino sin el refrendo del análisis químico. Además, en la mayor parte se califican vinos jóvenes y no se repite la cata en las diferentes fases de crianza. Y todo el mundo sabe lo fácil que es torcer un vino en los procesos de crianza.
Es necesario revitalizar la cata crítica, refugiada a duras penas en los concursos o en la prensa especializada. A duras penas porque la falta de espacio impide a los medios de comunicación publicar la crítica de los vinos malos y en la práctica únicamente se destacan los buenos. Las calificaciones son la primera llamada de atención para el aficionado y ahí radica su gran utilidad. Sin embargo, es imprescindible que las calificaciones sean fácilmente comprensibles por los consumidores, una cualidad que deben compartir con las descripciones que es obligado que las acompañen.
En ese sentido va el anunciado cambio en las fichas de calificación para concursos de vinos, en las que se espera que se adopte la puntuación positiva (a más puntos más calidad) y se elimine la penalizadora. Es deseable y cabría decir que ya era hora. Con el nuevo siglo parece que pasará a la historia toda una institución en el mundo del vino, la ficha penalizadora de la O.I.V., terminando con una de esas situaciones absurdas que contribuyen poco a acercar al no iniciado a la comprensión del mundo de la cata y, en general, de todo el entorno cultural del vino.
Fecha publicación:Diciembre de 2000
Medio: Texto cata UEC
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