Madrid, 21 de octubre de 2016. MS. – Es el proyecto personal de Alfonso Cortina, uno de los más destacados empresarios de nuestro país que llegó hace unos años a tierras manchegas para quedarse y convertirse también en bodeguero, como el tiempo y la inversión realizada han acreditado.
Pago de Vallegarcía, una bodega de inspiración francesa dada la admiración de Cortina hacia los vinos galos, se encuentra en la localidad de Retuerta del Bullaque (Ciudad Real), en el corazón de los Montes de Toledo, en una finca con unas 700 hectáreas de agricultura y dos mil de caza, donde comenzaría pensando en hacer aceite aunque finalmente se decidió por el vino.
Fue su afición por el mismo, y en concreto su querencia hacia las elaboraciones de Burdeos y Borgoña, lo que sirvió para definir desde un primera momento la que sería la filosofía de elaboración de Vallegarcía, amparada por la indicación geográfica V.T. Castilla.
El proyecto vitivinícola comienza a dar sus primeros pasos en 1997 con un arduo trabajo de campo, buscando localización y pensando en viñedos. En este primer momento cuentan con la colaboración de Richard Smart, reconocido profesor de viticultura australiano. De la selección varietal resultaron todas variedades francesas (la blanca viognier y las tintas merlot, cabernet franc, cabernet sauvignon, petit verdot y syrah), algo que como el propio Cortina cuenta respondió a una decisión técnica. Los primeros viñedos se plantan en 1999 y dos años después, en 2001, elaboran la primera cosecha. Convencidos de la elección, por el potencial de las variedades y el resultado obtenido, comienzan la construcción de la bodega cuyas instalaciones se inauguran en 2006.
Apuntar que la finca estuvo en manos de la iglesia hasta 1885, momento en que pasó a manos privadas con la desamortización de Madoz, y tiempo en el que estuvo prácticamente sin actividad aunque siempre conservó su biodiversidad lo que le da un valor añadido. En lo que al viñedo concierne, bajo un clima continental (622 mm como media anual de precipitaciones), disponen de 31 hectáreas situadas a 850 metros de altura, y solo elaboran con viña propia. Su finalidad, en palabras de Adolfo Hornos, director enológico de Pago de Vallegarcía, es mostrar la tipicidad de cada variedad y de la tierra en la que nacen. Los suelos están formados por materiales ácidos muy evolucionados, procedentes de la erosión de los montes más antiguos de la Península Ibérica, son pobres y en ellos predominan materiales como la arena, la pizarra y la cuarcita.
Tienen cuatro vinos en el mercado, el Vallegarcía Viognier 2013 (próxima añada será la 2015), el Vallegarcía Syrah 2012 –en palabras de Hornos “la añada que más define a Vallegarcía” –, y después Hipperia 2012 y Petit Hipperia 2013 (hermano pequeño del anterior, o segundo vino desde la perspectiva bordelesa pues se compone de las mismas variedades). Cuatro elaboraciones de diferente perfil pero todas favorecidas por la guarda, cuando ganan en complejidad.
Los monovarietales de syrah y viognier salen en botella borgoña, mientras los Hipperia (Petit Hipperia e Hipperia) lo hacen en bordelesa. Dos vinos, estos últimos, para los que vinifican cada variedad por separado y es tras la crianza en barrica cuando conforman el ensamblaje final. Para la crianza –siempre en torno a un año– trabajan sólo con barrica francesa de 225 litros, y nueva en el caso del Viognier y el Hipperia. Un vino este último en el que la cabernet sauvignon representa por encima del 50%, y el resto se compone de merlot (“uva favorecida por años fríos”, explica Hornos), cabernet franc (a partir de la cosecha 2012) y petit verdot, variedad ésta que cuenta con mayor presencia en las añadas cálidas.
En lo que al blanco respecta (con un 30% fermentado en barrica), su vino más conocido y exitoso, es el que les ha abierto las puertas comerciales a pesar de ser del que menos elaboran, entre 20.000-30.000 botellas en función de la añada. Al año, entre sus cuatro marcas, producen en torno a 200.000-250.000 botellas de las que casi tres cuartas partes se destinan al mercado exterior. Como novedad contar que acaban de adquirir 20 hectáreas con derecho de plantación donde tienen previsto plantar cariñena y garnacha, las primeras variedades nacionales con las que trabajen en un futuro.
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