Muchas de las nuevas marcas del Priorato no alcanzan la grandeza que ha hecho famosa a la zona. Otras se quedaron sin su impulso inicial con apenas dos o tres cosechas en el mercado. Algunas de las más “clásicas” pierden fuerza a ojos vista. El Priorato actual siembra dudas en cuanto a calidad y parece que también en cuanto a fuerza comercial. Menos mal que los grandes siguen siendo grandes.
En la década de los noventa, sobre todo en su segunda parte, la D.O. Priorato fue la gran estrella del vino catalán y una de las principales protagonistas de la eclosión del vino español. La que pocos años antes era la comarca vinícola más deprimida del mapa catalán se convirtió en foco de modernidad que irradiaba cultura enológica a toda Cataluña y a buena parte del viñedo mediterráneo, además de ser una importante llamada de atención para la vanguardia vinícola española y uno de los más llamativos fenómenos del vino mundial.
A finales de los ochenta, cinco visionarios capitaneados por René Barbier iniciaron una revolución que cambió los vinos y la economía del Priorato y pronto iría mucho más allá de la frontera esa emblemática comarca de Tarragona. A su impulso se “descubrieron” las viejas viñas de Garnacha y Cariñena de “coster” (las empinadas laderas de la zona plantadas de viña directamente sin construir bancales) hasta el punto de dejar como meras comparsas a las más famosas variedades mundiales, que se habían instalado con la impronta de ser imprescindibles para reforzar a las teóricamente débiles uvas locales.
Se revitalizó un viñedo que se estaba abandonando por falta de rentabilidad y los habitantes de los pueblos del Priorato tuvieron trabajo en el campo. En los primeros años noventa era imagen habitual el traslado diario de prioratenses en autobús para trabajar en las industrias de Reus , de Mora la Nova o aún más lejos. A finales de esa década, muchos de los que habían emigrado y trasladado su vivienda habitual a los centros industriales más destacados de Tarragona o de Barcelona volvieron a sus casas, en la mayor parte de los casos a trabajar las viejas viñas familiares y muchos a crear algunas de las pequeñas bodegas que han surgido como setas en la comarca.
La inversión de la tendencia se debió a la fuerza del vino del Priorato. Los Finca Dofí, Clos Mogador, Clos Martinet y Clos de l’Obac triunfaron a pesar de unos precios uva impensables para la época. Eso se tradujo en un incremento del precio de la uva, que, en una etapa en la que las viñas de los pioneros eran demasiado jóvenes, pasó de 40 pesetas el kilo a superar las 200 y en algunas ocasiones acercarse a las 400. El cultivo de la vid pasaba no sólo a ser rentable, sino también muy atractivo para el campesino.
En lo que se refiere a los vinos, el cambio fue radical. Los viejos tintorros bastos y desequilibrados dieron paso a unos sofisticados tintos que dieron la razón a los expertos de la FAO (Fondo de las Naciones Unidas para la Agricultura) que en los años sesenta habían declarado que el Priorato reunía las condiciones para producir los mejores vinos del mundo. Amparados por su calidad y por su escasez, los nuevos prioratos fueron objeto del deseo de los buenos aficionados de todo el mundo (y en este caso también de los españoles) y se vendían con facilidad, incluso antes de salir de las barricas, a pesar de unos precios que nada tenían que ver con la tradición.
El ejemplo del Priorato cundió y los nuevos criterios de elaboración se extendieron como el aceite a otras zonas, trasladados por toda una generación de jóvenes enólogos que han bebido de las fuentes del Priorato, trabajando temporadas más o menos largas en las bodegas de la zona, estudiando en las aulas en las que daban clases los Assens o Pérez Verdú o recibiendo en sus bodegas o en sus comarcas de origen a los enólogos volantes, como Sara Pérez, hija de José Luis Pérez Verdú, auténtica devoradora de kilómetros cuya área de influencia se extiende desde el Ampurdán a Murcia pasando por Mallorca, Utiel-Requena, Penedés…
Esa camada de enólogos valiosos han cambiado completamente la faz del vino tinto catalán. A falta de que las nuevas formas de hacer lleguen hasta los estratos de los vinos de gran producción, han creado una sugestiva vanguardia en prácticamente todas las zonas de Cataluña, con grandes vinos en zonas como Ampurdán-Costa Brava, Terra Alta, Costers del Segre, el propio Penedés y, sobre todo, la nueva D.O. Montsant, vecina del Priorato. Eran comarcas en las que primaba la producción de vinos destinados a la venta a granel para la elaboración de vinos comunes o para la destilación.
Como no podía ser de otra forma, el éxito del Priorato no dejó de ir acompañado de críticas. En un país iconoclasta y un tanto papanatas como España no faltaron voces que criticaban los precios de locura de los prioratos. Al mismo tiempo, nadie discute la cotización no ya de los grandes vinos legendarios de Francia sino de las recién creadas estrellas de los países del Nuevo Mundo, cuyos precios tienen el mismo sustrato histórico o económico (la vieja y prostituida ley de la oferta y la demanda) que los L’Ermita, Clos Mogador, Clos Martinet o Fra Fulcó.
La dura realidad de la venta de esos vinos a esos precios silenció en parte a los críticos, que reconocieron a regañadientes la realidad, aunque no dejaron de argumentar la escasa producción de unos vinos calificados en ocasiones como “fantasías” de unos pocos miles de botellas. Se mantuvo por tanto la duda sobre lo que ocurriría cuando la producción dejara de ser “de fantasía” para adquirir dimensiones importantes. Además se añadía la incógnita sobre la capacidad de envejecimiento de unos vinos cuyas cosechas más antiguas apenas superan los diez años.
Ambas dudas siguen planteadas y hay síntomas que tienden a dar pábulo a las voces críticas. Sin embargo, esas dudas palidecen ante la gran interrogante sobre la imagen de calidad del Priorato en su conjunto. Hay indicios de que la codicia de algunos podría estar dañando a la gallina de los huevos de oro que para la zona han sido los vinos de alta calidad que se elaboraron a partir de los noventa. Algunas de las marcas más veteranas no son lo que fueron, otras que empezaron bien han bajado claramente en su calidad y muchas de las nuevas asoman sin la tensión necesaria para engrandecer la marca Priorato.
Se podría estar repitiendo un proceso que se ha visto en la Ribera del Duero y en otras zonas. El asunto empieza bien, con bodegas que pagan la uva de calidad y venden sus vinos a buen precio. El viticultor que trabaja bien su viña vende su uva con facilidad y a buen precio, superior a lo que se lleva en la zona. Y ve que la bodega que le compra su uva vende el vino a un precio que multiplica holgadamente el de su uva. Decide que él es capaz de hacer un vino tan bueno como el que más; al fin y al cabo, lo importante es la calidad de la materia prima.
Nuestro viticultor monta su bodega con todo primor: maquinaria nueva, barricas de la mejor calidad a estrenar y lo mejor de sus viñedos para elaborar el vino, casi siempre con el consejo de un enólogo, generalmente un enólogo volante pero a veces uno contratado en plantilla. El resultado es magnífico: un vino de gran calidad que, en un mercado ávido de novedades de altura, rápidamente adquiere prestigio y se vende, como el buen paño, en el arca, es decir, casi sin necesidad de estructura comercial.
El vino inaugural se ha vendido muy bien, ha sido escaso, se podrían haber vendido unos miles de botellas más. En la segunda cosecha, que está ya en las barricas, no se puede hacer gran cosa (a veces sí: se compran partidas de vino a otras bodegas), pero en la siguiente se relaja un tanto la exigencia de calidad a los viñedos propios, que tienden a producir un poquito más, o incluso se empieza a comprar uva al vecindario al mismo tiempo que planta más viñas. Además, la maquinaria y las barricas ya no son a estrenar y al veterano y buen viticultor se le escapan detalles (limpieza, mantenimiento) que son el abecé de cualquier bodeguero experto. Por otra parte, él o sus hijos han aprendido a hacer vino y han prescindido del enólogo que elaboró o dirigió las dos primeras cosechas.
El vino ya no es exactamente igual, pero le favorece la inercia del primer impulso y se sigue vendiendo bien, a pesar de que el precio ha subido de forma llamativa. El brillo de la codicia ilumina la mirada de nuestro buen viticultor, que al año siguiente amplía la bodega y compra muchas barricas: como la obra de la bodega vació las arcas, las barricas no son tan caras como las primeras e incluso compra una “buena partida” de barricas de segunda mano (y tercer o cuarto vino).
En las cosechas siguientes se aprovecha casi todo, incluidas esas primeras producciones del viñedo joven, la bodega no ha tenido el mantenimiento necesario y huele a todo menos a limpieza. El gran vino inicial se ha convertido en un tintito pequeño, cargado de madera, sin consistencia y, en muchas ocasiones, con defectos de elaboración o contaminado por una bodega sucia o infectada (las maldiciones de la modernidad: bretanomyces y cloroanisoles) o por unos tapones sensiblemente peores que los que cerraban las primeras botellas de la bodega.
Los resultados de procesos similares al descrito se han visto en todas las zonas. En algunos casos se ha corregido el rumbo, pero en la mayor parte el elaborador ha permanecido ciego y ha atribuido las malas críticas a la envidia o a que los críticos pueden haber sido debidamente “comprados” por esas bodegas de las que hablan tan bien. Olvidan que no hace mucho esos mismos críticos contaban maravillas de esos vinos que hoy critican o silencian, sin que entonces el elaborador hubiera “comprado” voluntades.
En la actualidad hay síntomas de que en la D.O. Priorato se está produciendo un proceso de ese estilo. Las nuevas bodegas han surgido por doquier y por doquier proliferan los nuevos viñedos, concebidos con criterios más o menos de calidad o más o menos de productividad. Las viñas viejas y los “costers” ya no dan para tanto y la uva de viñedos de más de veinte años escasea dramáticamente y es cazada a lazo por las bodegas, a pesar de los cual en algunos vinos se ven síntomas de uva de alta calidad muy mal tratada en la elaboración y/o en la crianza. Y, quien no es capaz de conseguir esa uva, obtiene concentración por la vía de las excesivas maceraciones de uvas que no dan la grasa (glicerina, elementos de la concentración de la uva bien madura que sólo son capaces de dar las viñas más viejas) de las de mejor calidad sino que, después de una sobremaduración en la que las uvas invaden terrenos de la pasa, disuelven taninos verdes y aceites esenciales de las pepitas, dando lugar a vinos bastos y rudos.
Esos vinos que no dan la talla, los que desmayan en la tensión necesaria para hacer los vinos verdaderamente grandes y los que parten de conceptos erróneos o comerciales, son los que degradan la imagen de conjunto de una zona. Sin embargo, eso no es privativo del Priorato, ni de la Ribera del Duero, ni de Rioja. Es algo que ocurre en todo el mundo. Los mediocres de aprovechan del impulso de los mejores y medran a su sombra, creando el desconcierto y en ocasiones contagiando a los buenos.
Pero en esto no ocurre como en la figura de las manzanas sanas y podridas en el mismo cesto. Los verdaderamente buenos son inmunes a la mala influencia de los mediocres. Pueden sufrir sus efectos (se verá en la guerra de precios cuando sobre vino, como está ocurriendo en otras zonas), pero se mantienen firmes en su criterio y siguen soportando el peso de la fama de las zonas. En el Priorato está ocurriendo: la mayor parte de los grandes prioratos siguen siendo grandes e incluso progresan. Esos no desmayan en su comercialización (aunque algunos optan por crianza más prolongadas, en general se notan las dificultades en los que quedan una cosecha o más por detrás) ni en la calidad. Hay que contar con las cosechas desfavorables, que se notan mucho en zonas tan jóvenes (aunque el Priorato es un clásico puede ser considerado joven por su corta trayectoria en el terreno de los vinos de calidad), pero el balance final sigue siendo positivo.
Incluso la gran duda sobre la longevidad de los vinos del Priorato podría estar empezando a despejarse con la cata de algunos vinos ya más maduros. En este sentido hay que dar también un margen de confianza a unas bodegas y unos elaboradores que apenas llevan una docena de años trabajando en la zona, con una primera etapa en condiciones muy precarias. Sólo los vinos de los últimos noventa y las cosechas de este siglo podrán dar respuesta a esa incógnita. Son los vinos que han de demostrar que el Priorato se está haciendo mayor.
Los mejores tintos del Priorato
L’Ermita ’00
Álvaro Palacios
99/100
Rojo cereza muy intenso y vivo. Aromas profundos, con muchos matices frutales, balsámicos y minerales, muy potente y elegante en la nariz. Con fuerza y gran armonía en la boca, tiene cuerpo y sólidos taninos, es sabroso, muy expresivo y muy largo.
Clos Mogador ’00
Clos Mogador
98/100
Rojo cereza muy intenso y vivo, tonos violáceos. Amplio, complejo, elegante y potente en la nariz; aroma de fruta perfectamente madura (sin excesos) con notable y fino carácter mineral (brea). Magnífico equilibrio en la boca, carnoso, sabroso, lleno.
Vall Llach ’00
Celler Vall Llach
98/100
Rojo cereza muy intenso y vivo, matices violáceos. Concentrado en la nariz, rico en matices de frutas muy maduras, minerales (brea, turba), balsámicos (mentol), pimienta, tinta, café. Algo durillo en la boca pero elegante, amplio, con cuerpo y gran equilibrio.
Cims de Porrera ’00
Cims de Porrera
97/100
Cereza violáceo muy intenso. Elegante y potente en la nariz, con vivos recuerdos de frutas rojas en compota, picotas en aguardiente, brea y monte bajo y un toque tostado. Poderoso en la boca, con vivos taninos y mucho cuerpo, carnoso, expresivo, largo.
Clos Martinet ’00
Mas Martinet Viticultors
95/100
Rojo cereza intenso y vivo, matices viiláceos. Aroma amplio, franco, fino y potente, con predominio de carácter frutal, notas discretas de crianza y elegante toque mineral. De cuerpo medio-alto, sólido esqueleto de taninos maduros, sabroso, equilibrado, lleno.
Finca Dofí ’00
Álvaro Palacios
97/100
Rojo cereza profundo y vivo. Aromas de ciruelas maduras y toques ahumados, maderas muy finas (cedro, caoba) ybien conjuntadas, notas de espliego y cacao, elegante licorosidad. Magnífica estructura en la boca, con gran equilibrio y potencia.
Clos Figueres ’00
Clos Figueres
96/100
Rojo cereza intenso y vivo, con tonos violáceos. Abierto y bien dibujado en aromas, con recuerdos de fruta madura y notas minerales y balsámicas (mentol), toques de maderas finas y café. Equilibrado, con cuerpo y potencia, aterciopelado, amplio, vivo.
Clos Fontá ’00
Viticultors Mas d’en Gil
95/100
Rojo cereza intenso y vivo. Elegante, amplio y potente en la nariz, con notas lácteas, tostadas, especiadas y minerales sobre base de frutas rojas en compota. Magnífica estructura y equilibrio en la boca, con cuerpo y sólido esqueleto, sabroso, amplio.
Gran Buig ’98
Viticultors Mas d’en Gil
93/100
Rojo cereza intenso, ribete granate-rubí. Aroma complejo y potente, con notas de fruta muy madura y maderas nobles (toque de sacristía), recuerdos especiados (curry) y toque de brea y tinta. Sólido en la boca, concentrado, con mucho de todo y gran equilibrio.
Lo Givot ‘00
Celler del Pont
91/100
Rojo cereza intenso, ribete granate. Aroma complejo, potente y fino, con notas de fruta bien madura y de monte bajo (retama, jara) y un fondo de brea. Con cuerpo y buen equilibrio en la boca, tacxto aterciopelado, sabroso, carnoso, amplio y largo.
Les Terrasses ‘00
Álvaro Palacios
91/100
Rojo cereza intenso y vivo. Complejo en la nariz, bien ensamblado, con muchos registros: fruta bien madura, especias (pimienta, clavo) y trufa. Bien armado en la boca, con cuerpo y sólidos taninos (algunas puntas), sabroso, amplio y bastante largo.
Clos Manyetes ’00
Clos dels Llops
90/100
Rojo cereza intenso y vivo. Muy personal en la nariz, fino y con muchos matices de fruta fresca, minerales y florales, fondo especiado y fino animal; potencia media. Buena estructura en la boca, con cuerpo y taninos firmes, equilibrado y expresivo, largo.
Embruix ’00
Celler Vall Llach
90/100
Rojo cereza muy intenso y vivo, tonos violáceos. Aroma elegante de fruta madura bien conjuntado con maderas de calidad, tonos de brea y carbón y toque de jara. Buena estructura en la boca, con cuerpo sin ser pastoso y con taninos bastante enteros.
Prior Terrae ’98
Viticultors del Priorat
89/100
Rojo cereza intenso. Aroma complejo y elegante, dominado por notas de fruta bien madura (ciruelas, picotas, frutas carnosas, toque de hollejos), tonos especiados y de carbón. Estructurado en la boca, con cuerpo y energía, taninos firmes sin aristas.
Clos Monlleó ’99
Celler Sangenís i Vaqué
88/100
Rojo cereza intenso y vivo. Aroma complejo y elegante, rico en matices y bien definido; carácter frutal de madurez y tonos de brea, pimienta negra y café. Buen paso de boca, cosistente y sabroso, taninos maduros, sin puntas, carnoso, sabroso, amplio, largo.
Costers de Ma Igneus ’00
Mas Igneus
85/100
Rojo cereza bien cubierto y vivo. Algo cerrado en la nariz pero con rasgos de gran finura; destaca su carácter mineral (pizarra caliente, yodo). Poderosa estructura en la boca, cuerpo medio y tanino contundente, con puntas pero no rudo; amplio en aromas.
Masos d’en Cubells ’00
Cellers Capafons-Ossó
76/100
Rojo cereza muy intenso y vivo; tonos violáceos. Fino aunque no muy potente en la nariz; aromas de frutas rojas bienmaduras, con recuerdos de compotas y confituras, minerales y especiados. Mediana constitución, taninos algo duros, sabroso, amplio.
Comellá dels Sants ’99
Celler Joan Simó
75/100
Rojo cereza intenso. Aroma complejo y potente, con muchas notas incluida alguna de cierta evolución (acetato de etilo) pero con dominio de fino carácter de fruta madura. Amable en la boca, equilibrado, con cuerpo y taninos bastante civilizados.
Solanes ’00
Cims de Porrera
73/100
Rojo cereza de capa media-alta. Sugestivo en la nariz, aunque la fruta aparece de fondo, tras notas tostadas y minerales y un toquecito ahumado. De mediana constitución, taninos nobles de fruta madura algo al descubierto, sabroso, equilibrado, amplio.
Coma Vella ’00
Viticultors Mas d’en Gil
70/100
Rojo cereza intenso, borde granate. Aroma de frutos rojos maduros con notas de monte bajo y tinta y toques de reducción que hace necesaria la oxigenación del vino. Buen equilibrio en la boca, con cierto cuerpo y una punta de acidez que refresca el conjunto.
Mas de Masos ’98
Cellers Capafons-Ossó
70/100
Rojo cereza intenso, ribete rubí-teja. Aroma sencillo, con detalles de finura; predominan notas especiadas de crianza sobre un fondo de frutas rojas maduras. Durillo en la boca, cuerpo medio y taninos algo rudos, equilibrado en sabores y franco en aromas de boca.
Fecha publicación:Septiembre de 2002
Medio: TodoVino
Deje su comentario
Debe estar logged in para comentar.