Madrid, 24 de julio de 2014. MS. – Si bien es cierto que las terrazas se han convertido en algo atemporal, y más una vez en marcha la ley del tabaco, también es verdad que son bastantes los establecimientos que no montan sus espacios al aire libre hasta que llega la época estival.
La ruta, por cualquier rincón de nuestra geografía, resulta inabarcable por las innumerables alternativas existentes, y en Madrid, donde ahora hacemos esta parada, pueden agruparse, como en toda gran ciudad, por zonas, oferta, ambientes o modas. Las hay para todos los gustos, para toda clase de público, y es que en algunas lo más importante es la gente que la visita más que lo que en ella puedas tomar. Cualquier persona a la que pregunten referenciará sus direcciones favoritas en función de múltiples criterios, si bien es cierto que su ‘buena’ localización y el hecho de que estén o no de moda son dos circunstancias que tienen bastante peso. Es por esta razón que opto, en esta entrega, por salir del circuito y airear la mente para reseñar recomendables terrazas más allá de las que todos podamos tener en la cabeza a partir de esas circunstancias señaladas. Y sitios, en cualquier caso, para disfrutar culinariamente más allá de ver y ser vistos.
La primera nos lleva hasta El Jardín del Intercontinental (Paseo de la Castellana, 49), en el interior del hotel del mismo nombre, y donde José Luque, su chef gastronómico, propone una cocina actualizada de inspiración madrileña, desde el primer plato hasta los vinos (si el cliente así lo desea), sabrosa en su conjunto, bien resuelta, en un espacio cálido, elegante, con agradable música de fondo, y que resulta de lo más refrescante para las calurosas noches de verano. Además, si optan por la hora de la comida, para después del almuerzo incluye una zona lounge, con barra propia, en la que poder alargar la sobremesa. Volviendo a los fogones y a su máximo responsable, pues en esta dirección la cocina sí tiene mucho que decir, Luque es un cocinero al que hay que seguir la pista por su buen hacer y arduo, aunque silencioso, trabajo. Sin obviar la oferta de pescados, carnes o arroces, su propuesta más castiza resulta muy interesante por lograda y, sobre todo, original. El pan suflado de boquerones en vinagre o los buñuelos de bacalao como entradas iniciales permiten pronosticar que la experiencia cañí va a ser divertida además de un viaje en el tiempo. Y llega el bocadillo de calamares, un clásico que él hace bonito, distinto, porque utiliza un pan chino dulce, y sin duda rico. No faltan las gambas al ajillo, aunque las suyas van con emulsión de ajo y perejil. Como platos centrales hay callos, pollo en pepitoria, rabo de toro o bacalao en caldo de garbanzos, cada uno de ellos pasados por el filtro interpretativo de Luque. A los postres los bartolillos de crema se acompañan de un helado de violetas que te dejan el retrogusto de los populares caramelitos. Una recomendable experiencia.
Otra zona madrileña que merece mayores atenciones de las que recibe es el Paseo de la Gastronomía de la Casa de Campo. De fácil acceso, y a pocos minutos del centro capitalino, la oferta culinaria en ese pulmón madrileño que es la Casa de Campo es más que variopinta, si bien es verdad que en los últimos tiempos ha vivido diferentes vicisitudes. Entre los que permanecen con éxito se cuenta el Palacio de La Misión (Principal de Provincias, 9. Paseo de la Gastronomía), un lugar enfocado a eventos, dadas sus instalaciones, pero donde hace poco más de cinco meses se ha abierto Que si quieres arroz Catalina, un restaurante que ha hecho del arroz su emblema. Ambas direcciones conviven en el mismo espacio, adaptándose uno u otro en función de las necesidades. La alternativa es el salón principal con techo acristalado, o la terraza cubierta que tiene al lado.
En su cocina, y con la idea de la mejor paella en la cabeza, Rafa Morales, experimentado chef (catorce años junto a Ferrán Adrià y durante nueve director de La Alquería de la Hacienda Benazuza donde consiguió dos estrellas Michelin), firma unos arroces asentados en sustanciosos y reposados caldos, en un cereal procedente de la Albufera, y en verduras de la huerta valenciana, su lugar de origen. Este restaurante, que tiene en la paella la estrella de la carta, y que elaboran con pato, conejo, bachoqueta (judía verde plana), garrofon, alcachofas y caracoles, completa su oferta con arroces secos, melosos y fideuás. Antes, tradicionales tentaciones en su punto como el cazón en adobo, las croquetas de jamón, cremosas, o una muy buena ensaladilla rusa con caviar de trucha. Para una primera vez, puede ser buena opción el menú sorpresa de Morales, que varía en función del mercado. Importante, ¡la paella requiere una reserva con tres horas de antelación! Ah, e interesante la carta de vinos, a buenos precios y con, más o menos, un poquito de todo…
Por su parte, Colonial Norte (Paseo de la Florida s/n. Centro de Ocio Príncipe Pío), aunque a un pasito del centro, le supone una desventaja no estar en el cogollo ni en zona de paso habitual. Después de ‘reinventar’ su concepto gastronómico hace unos pocos meses, haciendo de la cocina del mar su discurso principal, su terraza de verano le aporta mayor atractivo, si bien es cierto que el restaurante (en la planta intermedia del edificio que ocupa), a lo largo del año, dispone de un estupendo comedor al que, en esta nueva etapa, han añadido una coqueta barra para tomar vinos por copas y picotear sin formalismos. De su carta destacan los variados mariscos y pescados frescos, sometidos a una justa elaboración asentada en el recetario clásico actualizado, que completan con diversos arroces además de propuestas para carnívoros. Luego, cada mes tienen diferentes ofertas y cuentan con distintos menús. Propuestas tanto para el comedor como en terraza, donde los ventiladores de agua fría convierten el lugar en un oasis y dirección nocturna recomendable para tomar una copa antes de subir, si uno quiere, a la animada discoteca de Colonial, en la tercera planta del mismo edificio. Además, por la noche disponen de servicio de aparcacoches.
El último salto nos lleva hasta Alcobendas, a Illunbe (Avenida Bruselas, 9. Arroyo de la Vega. A1, salida 16), a unos pocos minutos desde Plaza de Castilla y casa de José Ángel Aguinaga. Este maestro de la parrilla, tras 30 años en restaurante de San Sebastián (País Vasco), se trasladó a Madrid, junto a su equipo, hace doce años, donde continúa ofreciendo una estupenda cocina vasca además de sus afamados asados. A partir de una excelsa materia prima vasco-navarra, un recetario tradicional, sin aderezos innecesarios y muy bien resuelto que permite disfrutar de la calidad de los productos empleados. Para acompañar, la carta de vinos es otro de sus platos fuertes, sin olvidar la oferta de pintxos a pie de barra, como no podía ser de otro modo dado el origen de Aguinaga. Una dirección para disfrutar de los placeres culinarios que en verano suma el atractivo de sus terrazas. Una descubierta en la planta baja del restaurante, a pie de calle y que recibe a sus visitantes, y otra acristalada (con posibilidad de abrir el techo) y abuhardillada en la planta alta, disponible todo el año. Un lugar ideal, y acogedor, para alargar las sobremesas tras una sabrosa comida o cena.
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