INFORMACIÓN DEL VINO
La marca
Torre de Oña es la marca principal de la bodega del mismo nombre. Situada en la pedanía de Páganos, perteneciente al municipio de Laguardia (Álava), fue fundada en 1986 por un empresario mexicano que contó con la participación de gentes del vino de Rioja Alavesa, como la familia Rodríguez de Salís, propietaria de Remelluri, y Fernando Remírez de Ganuza, en esos años dedicado a la trata de fincas agrícolas, que fue el artífice de la unificación de la Finca San Martín, donde se encuentra la bodega y las 65 hectáreas de viñedo que la rodean, que estaba repartida entre un gran número de propietarios de pequeñas parcelas. La alianza mexicano-alavesa duró menos de diez años y, tras unos episodios no bien conocidos pero que suelen ser calificados en la zona como dignos de un culebrón, en 1995 fue adquirida por la familia Aranzabal, propietaria de la centenaria bodega del barrio de la Estación de Haro La Rioja Alta, que encabeza un grupo vinícola en el que, además de las dos bodegas riojanas, se integran la burgalesa Viñedos y Bodegas Áster (DO Ribera del Duero) y la gallega Lagar de Cervera (DO Rías Baixas). Con la nueva propiedad se mantuvo la dedicación de la fina a un único vino, el tinto reserva Barón de Oña, que en 2011, con la cosecha ’07, cambió su nombre y adoptó como marca el nombre de la bodega. El cambio en el nombre del vino marcaba también el inicio de una evolución en el estilo del vino que ha sido paulatino y ha cristalizado en Torre de Oña ’10, seguramente el mejor de la serie histórica de la casa, situado en los perfiles de frescura y alta calidad que impone la cima actual de los vinos de Rioja. El cambio no ha sido caprichoso. Es el fruto de la intención de los responsables de la casa de separar los rumbos de los vinos de sus dos bodegas riojanas, que tenían cierta tendencia hacia el acercamiento entre sí. El objetivo es producir en Torre de Oña un vino más actual al mismo tiempo que se afrontaba una puesta al día en la casa matriz. Para ello se llevó a cabo un profundo estudio de la finca, en el que se analizaron suelos y se llegó al empleo de observaciones vía satélite para calibrar el vigor de la viña en las diferentes partes de la finca. Así se clasificaron tres tipos principales de suelos, que no coinciden con las diferentes parcelas de la finca, lo que hace de la vendimia un auténtico trabajo de precisión para realizar la primera clasificación de las uvas. A partir de ese estudio, realizado entre 2004 y 2005 y fue el punto de partida de modificaciones decisivas introducidas en el proceso de elaboración y crianza del vino, para el que se fue ampliando la proporción de barricas de roble francés y se introdujeron técnicas como la fermentación maloláctica en barrica. Además, se intensificó el proceso de selección de los vinos, que ha traído como consecuencia la aparición de una segunda marca, el crianza Finca San Martín, el descenso en la producción del primer vino y su descarte en cosechas que no alcanzaron los exigentes parámetros requeridos para Torre de Oña. Las consecuencias han sido visibles, de manera inmediata en el descarte de cosechas como 2011 y 2013, que no saldrán al mercado, lo que, unido a la corta cosecha 2009, revaloriza este reserva 2010. Es un tinto de una cosecha grande pero es también la culminación de un proceso que se inició de forma muy evidente en Torre de Oña ’09 y, sobre todo, en Torre de Oña ’10. Julio Sáenz, el enólogo, sostiene que no es sólo el resultado de una cosecha de alta calidad y que se trata de un paso más en un proceso de camino a la excelencia que se anuncia muy prometedor. Por el momento, Torre de Oña ’10 ocupa un puesto no menor en el grupo de los rioja de vanguardia.
La cata
Vista: Rojo cereza intenso y vivo, con matices rubí en el borde. Aspecto juvenil, sin las tonalidades teja o ladrillo que indican evolución.
Nariz: Expresivo en la nariz, con notable potencia y muchos matices. Transmite sensaciones de profundidad por los matices de fruta, de elaboración y de crianza que surgen como estratificados pero en un buen engarce. Hay notas de maderas finas (maderas blancas, cedro) que no restan protagonismo a una excelente panoplia de aromas de fruta fresca y madura (destacan las notas de frutos negros silvestres, como endrinas y zarzamoras, características de un buen Tempranillo), tonos florales (flores azules), balsámicos (bosque mediterráneo) y minerales (grafito, fino toque de cal) sobre un fondo de tinta y brea. Muchas de las notas están apenas sugeridas, lo que hace pensar en un buen desarrollo futuro.
Sabores: Destaca por el equilibrio, con una estupenda acidez que, unida al carácter frutal, transmite sensación general de frescura y un toquecito amargo de salida que se suma a cierta untuosidad para prolongar la sensación sápida incluso después de desaparecido el vino.
Sensaciones táctiles: El equilibrio en las sensaciones y la calidad de los taninos, firmes pero no duros, que no entorpecen el fluido discurrir del vino en la boca, y la frescura comunican una falsa sensación de ligereza. Si se mantiene el vino en la boca, se perciben bien las sensaciones de cuerpo, de volumen y el centro, sólido, carnoso y ligeramente untuoso (sensación un punto grasa), que alarga el final de boca. La crianza en barrica es evidente pero no por el recuerdo de la madera sino por sus efectos en la doma de los taninos de la fruta y la sensación carnosa.
Aromas de boca y posgusto: El equilibrio en las sensaciones y la calidad de los taninos, firmes pero no duros, que no entorpecen el fluido discurrir del vino en la boca, y la frescura comunican una falsa sensación de ligereza. Si se mantiene el vino en la boca, se perciben bien las sensaciones de cuerpo, de volumen y el centro, sólido, carnoso y ligeramente untuoso (sensación un punto grasa), que alarga el final de boca. La crianza en barrica es evidente pero no por el recuerdo de la madera sino por sus efectos en la doma de los taninos de la fruta y la sensación carnosa.
Sensación global: Rioja de vanguardia, con el equilibrio de los mejores representantes de la modernidad, el protagonismo de la fruta, el buen trato que ha recibido en la crianza, la frescura y la vitalidad, el buen momento para un consumo inmediato y las buenas perspectivas de futuro.
La evolución
En el momento actual el vino puede encender alguna polémica. Los puristas le pueden reprochar la presencia de las sensaciones de crianza, que no es excesiva, va a permitir un buen desarrollo y además es transitoria, mientras que los clásicos buscarán un desarrollo más cercano al de los vinos de la bodega hermana, como Viña Ardanza. Justo lo que ocurre con los rioja modernos. Está en unas espléndidas condiciones para disfrutar de sus cualidades pero va a crecer en los próximos años, con una evolución positiva durante no menos de cuatro o cinco en los que tomarán mayor protagonismo los aromas que ahora aparecen apuntados, se integrará del todo la madera y la fruta derivará hacia sensaciones de mayor madurez. En la boca no va a perder el nervio (la acidez no evoluciona) pero se van a redondear los taninos; tendrá menos relieve y a cambio mayor untuosidad. Así se mantendrá no menos de otros tres o cuatro años para luego iniciar un declinar lento, momento en el que será más grato para los paladares adscritos a perfiles más tradicionales.
El servicio
No es un vino especialmente alcohólico ni cargado de madera por lo que puede dar buenas prestaciones a temperaturas relativamente altas, de 18-20ºC. No obstante, es recomendable el servicio en torno a 16ºC. para que sea consumido en el entorno de los 18ºC., en el que ni el alcohol ni el recuerdo de la barrica va a interferir en los finos aromas frutales, florales, balsámicos y minerales que constituyen su grandeza. No es necesaria oxigenación previa ni trasiego; no hay por el momento restos sólidos y el vino se expresa al momento, sin necesidad de aireación, aunque se percibe mejor transcurridos un par de minutos en la copa parada, sin necesidad de mover el vino.
La gastronomía
Es un vino que irá evolucionando y también cambiarán los acompañantes sólidos más adecuados. En el momento actual va bien con guisos de carne salseados y grasos, a los que viene bien la refrescante sensación juvenil, la acidez y los taninos, que complementa muy bien las salsas de estofados y calderetas, las grasas de los asados castellanos, los arroces sabrosos y los aromas de los platos de pasta (canelones) o de los elaborados con setas; también se defiende frente a un steak tartare, mejor que no sea demasiado picante. Para los paladares más atrevidos, se puede enfrentar a platos comprometidos, como ciertas cocinas exóticas (magrebí) y un menú sorpresivo y divertido a base de los dim sum chinos. A mayor complejidad le irán mejor platos más especiados, como los guisos de caza, o bien otros más sencillos que no interfieran sus aromas, como las carnes rojas. La gama de quesos españoles de leche de oveja o de mezcla (manchego, idiazábal, zamorano), con sus aromas sobrios y su untuosidad, es también buena compañía para Torre de Oña ’10.
Deje su comentario
Debe estar logged in para comentar.