La tinta Tempranillo es la cepa básica de los vinos de Rioja, que, a su vez, la han convertido en la más prestigiosa y característica de las uvas españolas para vinificación. Seis variedades más la acompañan en las normas de la D.O.C. Rioja, pero en los campos riojanos se cultivan otras.

Algunos especialistas han dado la voz de alarma: la pujanza de la uva Tempranillo está empobreciendo la otrora rutilante riqueza varietal de los campos de Rioja. La gran calidad de sus vinos y su perfecta adaptación a las características de suelo y clima de los campos riojanos están detrás de esa pujanza. En la actualidad, el 70 por ciento de las 60.000 hectáreas de viñedo acogido a la D.O.C. Rioja está ocupado por Tempranillo. En los territorios de La Rioja ese predominio se modera un tanto y supone poco más de 65 por ciento de las 42.180 hectáreas de viñedo que se acogen a la D.O.C. Rioja en la región.

La uva Tempranillo ha desplazado pero no ha hecho desaparecer a otras variedades de la región. Al descenso del número de tipos de uva ha contribuido más la legislación de la D.O.C. Rioja, que limitó a siete los tipos de uva autorizados para la elaboración de vinos, cuatro tintas, Tempranillo, Garnacha, Mazuelo y Graciano, y tres blancas, Viura, Malvasía Riojana y Garnacha Blanca.

Además de las siete cepas “oficiales”, se cultivan otras variedades, bien como uvas experimentales, bien como restos de uvas que en el pasado tuvieron presencia mayor y hoy prácticamente han desaparecido. Según estudios realizados en la época, en 1912 había en La Rioja 44 tipos de uva; treinta años más tarde solamente once tenían una presencia de cierta importancia. En la actualidad tres variedades, Tempranillo, Garnacha y Viura ocupan el 90 por ciento del viñedo riojano.

Algunas bodegas y algunos organismos oficiales están ensayando las posibilidades de algunas variedades nuevas, tanto de origen externo, como Cabernet Sauvignon, que se introdujo en La Rioja hace más de un siglo, como cepas ancestrales de la zona, como Maturana en sus versiones blanca y tinta, y hasta con mutaciones, como el Tempranillo Blanco, recientemente descubierto en una viña de Rioja Baja y del que el Gobierno de La Rioja ya elaboró un primer vino experimental muy interesante.

Al mismo tiempo, también se está buscando recuperar las variedades convertidas en minoritarias, en especial Graciano pero también Mazuelo y hasta se vuelve a reivindicar la calidad de la vieja Garnacha. Otra cosa diferente ocurre con los blancos, donde el predominio de la uva Viura no tiene réplica alguna en las autóctonas Malvasía y Garnacha Blanca. Además, sobra uva blanca, que antes participaba en la composición de los vinos tintos y hoy ha sido casi universalmente repudiada en esa función.

Los dos capítulos, otras variedades y variedades experimentales, suponen la nada desdeñable cifra de 327 hectáreas de viñedo, de las que 191 corresponden a uvas tintas y 136 a blancas. Eso equivale a algo menos del 0,8 por ciento de las más de 42.000 hectáreas de viñedo que se cultivan en La Rioja.

Tempranillo
Variedad tinta a la que se atribuye un origen común con la Pinot Noir; es una de las más cultivadas en España y es protagonista de los vinos de zonas como Ribera del Duero, Cigales, Toro y toda la Meseta Sur. Ocupa 27.533 hectáreas de viñedo en La Rioja y es, con mucha diferencia, la uva más cultivada en esta región. Es una variedad de rendimientos medianos (varían en función del clon utilizado), que se adapta muy bien a los terrenos calizos abundantes en Rioja Alta. Su mayor dificultad radica en su sensibilidad al oídio. Produce vinos de intenso color, fragancia característica de pequeños frutos silvestres (zarzamora) y gran equilibrio en la boca, aunque en determinadas condiciones pueden quedar cortos de acidez. Son vinos estructurados, con buenas prestaciones en la crianza.

Garnacha
Durante mucho tiempo fue la variedad más cultivada en La Rioja pero retrocedió mucho y hoy cinstituye apenas el 18,4 por ciento del viñedo de la región. Abunda en toda la cuenca del Ebro, desde Rioja Alta hasta las comarcas catalanas; además hay otra zona de cultivo en la parte occidental dela Meseta castellana, en Vinos de Madrid, Méntrida y Cebreros. Hasta hace muy poco, mantuvo fama de ser poco apta para la crianza, a pesar de que muchos de los riojas clásicos tenían una destacada participación de esta variedad. Es una cepa muy rústica, que soporta bien las condiciones más adversas pudiendo dar elevadas producciones en cuanto las condiciones le son algo favorables. Es sensible al mildiu, a la botrytis y al corrimiento de la flor. Da vinos carnosos y frescos, con aromas de frutas rojas y, según los terrenos, notas florales.

Mazuela
Es el nombre riojano de la uva Cariñena. Aunque es aún más resistente y rústica que la Garnacha y puede sobrevivir en condiciones aún más duras (lo muestra en las laderas más áridas del Priorato, por ejemplo), fue desplazada casi completamente de sus viñedos originarios, los aragoneses de Cariñena y Campo de Borja. La razón principal fue su sensibilidad al oídio y la dificultad para madurar en zonas altas y frescas al ser una cepa de clara vocación mediterránea y con tendencia a producciones muy elevadas. Además, compartió con la Garnacha la fama de ser poco apta para largas crianzas; no obstante, los vinos más clásicos incorporan una proporción de Mazuelo que aporta nervio (son vinos de viva acidez) y complejidad de aromas, en gama mineral y floral. En la actualidad supone el 3,2 por ciento del viñedo de La Rioja.

Graciano
Otra variedad autóctona del Ebro medio, muy minoritaria pero reivindicada en los últimos tiempos. Tiene dos facetas históricas: los enólogos más tradicionales afirman que daba “gracia” a los vinos de larga crianza de Rioja; los viticultores, por el contrario, adoptaron un juego de palabras, “¿Graciano?. Gracias, no”, debido a las dificultades de su cultivo. Es una uva difícil, de corta producción y ciclo largo, lo que dificulta su maduración y la convierte en un cultivo de riesgo. Su escasa presencia en los viñedos (3543 hectáreas, el 0,84 por ciento del vino de La Rioja) contrasta vivamente con su abundante presencia, al menos teórica, en las fórmulas varietales que facilitan las bodegas. Aporta color estable, acidez y taninos (se presenta como alternativa a la Cabernet Sauvignon), además de un personal aroma especiado.

Viura
La variedad blanca más característica de toda la cuenca del Ebro, llamada Macabeo en Cataluña, donde es básica en la producción de cavas. Durante un tiempo se impulsó su cultivo y en los viñedos tradicionales riojanos era corriente plantar dos o tres filas de Viura en las cabeceras de las viñas de Tempranillo para que aportasen “finura” al vino. En realidad, casi siempre aportaba problemas porque es una uva de ciclo aún más corto que el Tempranillo y muy sensible a la podredumbre, además de al mildiu y al oídio; a cambio es una uva generosa en su productividad. Es la cepa mayoritaria de las tres blancas riojanas: supone algo más del 95 por ciento de las variedades blancas, lo que equivale a aproximadamente el 11,3 por ciento del total de viñedo de La Rioja. Da vinos de aroma discreto (recuerda a manzana), con cierto cuerpo.

Malvasía Riojana
Parece que no tiene nada que ver, salvo el nombre, con la Malvasía mediterránea o Canaria y sí está emparentada con la castellana y con la Subirat Parent de Cataluña. Es muy tradicional en La Rioja, utilizada sobre todo en mezcla con Viura para elaborar los clásicos blancos de larga crianza en barrica y botellero, hoy prácticamente desaparecidos. Otro uso, al que se destina hoy la mayor parte de la producción, es la elaboración de espumosos. Precisamente las casas que elaboran cava (en La Rioja hay varios pueblos integrados en la D.O. Cava) son las propietarias de la mayor parte de las viñas monovarietales de Malvasía. Su cultivo no llega a las sesenta hectáreas, lo que supone menos del 0,15 por ciento del viñedo de La Rioja. Da vinos de cierta fragancia y viva acidez, buen complemento para las carencias de la Viura.

Garnacha Blanca
Otra variedad blanca oriunda de la cuenca del Ebro. Parece ser una mutación de la Garnacha tinta y, a decir de los técnicos, comparte con ella casi todos los rasgos ampelográficos, salvo el color del hollejo. También comparte la fama de ser poco apta para soportar la crianza, por su tendencia a la oxidación, e incluso para la elaboración de espumosos, por su grado alcohólico. Su productividad, superior a la de la Garnacha tinta, y su mayor resistencia a las enfermedades, no ha sido suficiente para seducir a los cultivadores riojanos: están registradas sólo 28 hectáreas (dicen que hay más de la proscrita Chardonnay), lo que hace que sea poco menos que una variedad marginal (no llega al 0,07 por ciento del total de viñedo de La Rioja). Da vinos vigorosos, corpóreos y cálidos, con interesante aroma de monte bajo.

Otras variedades
Cabernet Sauvignon: Presente en la región desde hace un siglo y medio y, sin embargo, rechazada por los organismos oficiales (Consejo Regulador) tras una enconada polémica. Interviene en algunos vinos con la única condición de no declararlo en las etiquetas.

Chardonnay: Se han realizado ensayos para mezclarla con Viura, a la que aportaría aromas y acidez. No ha despertado un gran entusiasmo en la zona.

Calagraño: Una variedad histórica que aún está presente en muchas de las viñas viejas de la zona. Parece emparentada con la extremeña Cayetana. Es una cepa muy productiva, con grano de gran tamaño. Los vinos son ácidos (le cuesta madurar) y con escaso alcohol.

Maturana: Una cepa histórica de La Rioja, salvada de la desaparición en los últimos años a partir de unas pocas plantas. Existen dos versiones, Maturana Tinta o Maturano y Maturana Blanca. Existen en el mercado dos vinos varietales elaborados por la firma Viña Ijalba con las dos versiones de esa cepa.

Moscatel: El viñedo riojano no sería español si no tuviera, en las plantaciones más antiguas, algunas cepas de Moscatel, en este caso el prestigioso Moscatel de Gran Menudo, generalmente destinado a la elaboración de mistelas para consumo familiar de los agricultores. Abunda más en el valle del Cidacos y hay una iniciativa para crear una denominación de origen para esa elaboración tradicional.

Tempranillo Blanco: La última incorporación al catálogo varietal de La Rioja es una mutación de Tempranillo que tiene fecha de nacimiento y hasta “padre”. Fue descubierta en 1998 en una cepa que compartía racimos blancos y tintos plantada en una viña de Murillo de Río Leza (Rioja Baja). El hallazgo fue obra de Nicolás de Gregorio, durante años encargado de viñas de Marqués de Murrieta. El Gobierno de La Rioja reprodujo la planta y elaboró unas pocas botellas de blanco tempranillo de la cosecha 2001.

Fecha publicación:Junio de 2004
Medio: Viandar