Madrid, 7 de abril de 2018. MS. - Ha tenido lugar con motivo del 125 aniversario de la llegada de la chardonnay al Somontano. Fueron éstas las primeras palabras de José Ferrer, enólogo y gerente de Viñas del Vero (Barbastro, Huesca), quien más tarde dirigiría una cata vertical del chardonnay de la casa a través de seis botellas seleccionadas de entre todas las añadas existentes. Comienzan a elaborarlo como monovarietal en la vendimia de 1990 siendo la primera bodega de la zona que lo hace, y sus primeros viñedos de chardonnay datan del año 87, un año después de la fundación de la firma oscense, propiedad desde hace casi una década de González Byass.
Ferrer comenzó recordando que esta uva llega a Somontano en 1893 de la mano de la familia Lalanne, procedente de Burdeos y de donde salieron a causa de la plaga de la filoxera, y todas las variedades foráneas que trajeron se plantaron en pie americano para evitarla. “Chardonnay, merlot y cabernet sauvignon llevan en esta tierra más de cien años, aunque han tenido que pasar décadas hasta que la variedad blanca se ha elaborado como monovarietal”. Lo primero a tener en cuenta, añadía, es que es una de las uvas que menos problema plantea “pero además se diferencia poco de una zona a otra. Principalmente, muestra dos perfiles de vino: uno donde sobresalen aromas herbáceos, y otro en el que imperan las notas cítricas (frutal)”.
En su caso, vendimian en agosto, en la época de mayor calor, pero dicen que es capaz de mantener la frescura que caracteriza a la variedad porque “aunque el cambio climático existe, en nuestra zona aún no es tan acuciante”, asegura el enólogo.
La chardonnay de Viñas del Vero procede de la Finca La Piedra, con suelos poco profundos de alto contenido en yeso. Vinos que se hacen en depósitos de acero inoxidable, sin paso alguno por madera. Como el mismo Ferrer recordaba, es el vino “de volumen” de la bodega (PVP sobre 7,50 €), “fruto de vendimia nocturna y mecánica”, pero se ha convertido en un referente tanto de la bodega como de la denominación y de la variedad.
Las añadas de Viñas de Vero Chardonnay seleccionadas para la cata han sido 2014, 2007, 2004, 2001, 1998 y 2017, recién aparecida en el mercado. Unas y otras escogidas, explicó Ferrer, por como las han encontrado en el momento actual además de por las condiciones climatológicas que caracterizó a cada una de esas vendimias. 2014 fue un año “normal”, según sus palabras, en el que la ausencia de viento y de golpes de sol y calor favoreció una lenta maduración y por ende el equilibrio de las bayas. El vino mantiene una marcada pero buena acidez, mientras la boca es más ligera, con un paso fluido. A la de 2007 se refirió como “una de las mejores de los últimos años en Somontano”, año templado en cuento a temperaturas y normal respecto a precipitaciones, “sin adelantos ni retrasos en las distintas variedades”. En su caso salen intensas notas de fruta carnosa pero tampoco le falta frescura, y es agradable y fino en la boca. 2004 fue otro cantar, con dos semanas de retraso sobre la fecha habitual de vendimia a causa de una primavera y un verano “excepcionalmente frescos y con escasas horas de sol, lo que retrasó la correcta maduración”. De los mejores de la cata por el equilibrio, su persistencia y la boca que mantiene, más sabrosa, densa, con una curiosa nota amielada que contribuye a su atractivo, y recuerdos tostados incluidos a pesar de no tocar madera alguna… A continuación, Ferrer habló de la 2001 como “una de las grandes de la zona, a pesar de la temible helada de primavera tras la primera brotación de las plantas. Peo unos meses de verano más cálidos y secos que de costumbre aceleraron la maduración y anticipó la vendimia unos diez días”. Este vino fue otro de los destacados porque se mantiene con dignidad a pesar de la edad: con una nariz más golosa, no le falta frescura, tiene también esos recuerdos tostados, y al final presenta un amargor que invita a beber más. La más antigua probada fue la del 1998 “otra de las mejores –afirmó–, aunque las irregulares condiciones climatológicas irregulares provocaron también una recolección temprana y corta”. En su caso, si bien había elegancia en la nariz, lo cierto es que la boca, fluida, reflejaba el influjo del tiempo, donde había perdido cierta identidad.
En cuanto a la última, la de 2017, la define como “irregular, pues las lluvias, aunque normales para Somontano, se han producido fuera del período vegetativo, sin olvidar las heladas primaverales y elevadas temperaturas en verano”; en resumen, mucha menos uva que otros años. El resultado, una presencia destacada de fruta tropical carnosa, y una boca expresiva, sabrosa, fresca pero golosa.
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